La
denuncia del gobierno argentino contra el régimen de Luis Arce no es nueva.
Bolivia está metida hasta el cuello con Irán, país que no viene a mejorar los
cultivos de yuca, ni a promover la educación en aymara o a incentivar el
cuidado de los bosques. Irán es uno de los principales impulsores del
terrorismo en el mundo y la verdad es que no le ido nada mal, pues tirar
bombas, matar bebés y hacer explotar familias en mil pedazos es considerada hoy
por muchos (incluyendo algunos “chicos buenos” de Harvard”) como una forma
legítima de lucha política. Este fenómeno se ha visto con mucha claridad
después del salvaje atentado cometido por Irán el 7 de octubre en Israel ya que
fueron ellos los que financiaron, entrenaron y le dieron todo a los terroristas
de Hamas. Irán viene a eso a Bolivia, a buscar cómo expandir sus métodos en
América Latina, donde ya hizo sus fechorías a principios de los años 90 con dos
atentados en Buenos Aires que causaron más de 100 muertos. ¿Qué gana Bolivia
con eso? Se ha comprobado que una de las fuentes de financiamiento más
importantes de Hezbollah, uno de los grupos apadrinados por Irán, es el
narcotráfico.