
Estados Unidos amaneció este miércoles 1 de octubre con su Gobierno oficialmente cerrado, luego de que republicanos y demócratas no alcanzaran un acuerdo para financiar las operaciones federales antes de la fecha límite. Se trata del primer cierre en siete años y el decimoquinto desde 1981, una medida que afecta de inmediato a los servicios considerados “no esenciales”.
El bloqueo legislativo surge del rechazo
republicano a la exigencia demócrata de extender los beneficios de salud para
millones de ciudadanos. Mientras la oposición considera que la sanidad debe
discutirse en un proyecto aparte, los demócratas condicionaron su apoyo al
presupuesto a la aprobación de esta medida. El desacuerdo estalló a la
medianoche del martes, dejando al país sin fondos para mantener abierto el
aparato federal.
Con el cierre, alrededor de 750.000 empleados
federales serán enviados a sus casas sin goce de sueldo, y algunos podrían ser
despedidos definitivamente. La Administración Trump ha adelantado que utilizará
la coyuntura para impulsar una reducción drástica del tamaño del Estado, en
línea con su plan de recortar hasta 300.000 puestos de trabajo antes de
diciembre.
Los servicios esenciales, como los programas
de salud Medicare y Medicaid, continuarán funcionando, aunque con limitaciones
por la falta de personal. El Pentágono y el Departamento de Seguridad Nacional
también seguirán operativos. Sin embargo, agencias vinculadas a investigación
científica, medio ambiente y educación, además de múltiples oficinas públicas,
cerrarán hasta nuevo aviso.
Uno de los puntos de tensión adicional es el
manejo de los parques nacionales. Exfuncionarios han advertido que mantenerlos
abiertos sin suficiente personal supone riesgos para visitantes y para la
conservación de los recursos. Mientras tanto, museos como los Smithsonian
planean seguir recibiendo público al menos hasta el 6 de octubre.
El cierre recuerda al ocurrido en 2018-2019,
cuando el Gobierno estuvo paralizado durante 35 días, entonces por un
enfrentamiento sobre inmigración. Sin embargo, analistas subrayan que la actual
parálisis es más compleja: no hay señales de que las negociaciones vayan a
resolverse pronto y las amenazas de Trump de tomar “acciones irreversibles”
elevan la incertidumbre.
Los efectos podrían sentirse pronto en la
economía. Expertos advierten que retrasos en pagos, contratos y programas
sociales generarán costos significativos y aumentarán la sensación de
inseguridad entre millones de ciudadanos. “Los cierres solo generan miedo,
confusión y un alto costo económico”, afirmó Rachel Snyderman, del Bipartisan
Policy Center.
En el terreno político, la situación refleja
la profunda polarización en Washington. Con una mayoría republicana de 53-47 en
el Senado, los demócratas han utilizado su poder de bloqueo para forzar una
negociación sobre la salud pública, mientras que los conservadores insisten en
separar ambos debates. Intentos de aprobar leyes de financiamiento temporal
fracasaron en las últimas horas, aumentando el riesgo de un cierre prolongado.
El presupuesto en disputa asciende a 1,7
billones de dólares, cerca de una cuarta parte de los gastos anuales de la
Administración, que totalizan 7 billones. La deuda nacional ya alcanza los 37,5
billones de dólares, lo que añade presión a las conversaciones en el Capitolio.
Sin un consenso, el cierre podría extenderse más allá de lo previsto, con
efectos duraderos en la vida cotidiana y en la economía nacional.
Mientras tanto, la Casa Blanca mantiene una línea dura. Trump ha advertido que el bloqueo podría usarse para recortar programas respaldados por los demócratas y reducir de manera permanente la nómina federal. Con posiciones irreconciliables, la incertidumbre se instala en el país y abre un nuevo capítulo de crisis política y económica en el corazón de Washington.