
El Bologna dio el gran golpe en el Estadio Olímpico de Roma. En una noche histórica, el equipo dirigido por Vincenzo Italiano venció 1-0 al Milan con un solitario gol de Dan Ndoye y levantó la Copa Italia, un trofeo que no conquistaba desde hace 51 años. La victoria también puso fin a una sequía de 27 años sin títulos para el club de Emilia-Romaña.
La final comenzó con un Milan dominante, tomando la iniciativa desde el primer minuto. Rafael Leão generó la primera ocasión clara con un centro que Alex Jiménez no logró empujar al gol. Pero pronto Bologna demostró que no había llegado como invitado: con presión alta, transiciones veloces y un planteo inteligente, equilibró rápidamente el partido.
En apenas diez minutos, el arquero Lukasz Skorupski ya era figura tras una doble intervención providencial ante un intento de su propio defensor y una llegada de Pulisic. El encuentro, que arrancó con roles bien definidos, se convirtió en un duelo abierto, de ida y vuelta, con ambos equipos buscando el arco rival y dejando atrás el respeto inicial.
La intensidad del arranque se diluyó conforme avanzó la primera parte. Algunas faltas fuertes cortaron el ritmo y el juego se ensució. El Milan intentaba controlar, pero Bologna era quien generaba más peligro, aunque sin puntería.
Tras el descanso, el partido volvió a recobrar energía. Y fue Bologna el que golpeó primero. Una gran acción colectiva, iniciada en campo propio, terminó con un pase filtrado de Giovanni Fabbian a Riccardo Orsolini, quien fue derribado antes de definir. El balón quedó suelto y Dan Ndoye apareció con decisión para mandar un derechazo esquinado al fondo de la red: 1-0 a los 52 minutos.
Con el marcador en contra, Sérgio Conceição agitó el banco e hizo ingresar a Kyle Walker, Santiago Giménez y João Félix en busca de una reacción. Pero Bologna se atrincheró con orden, redujo espacios y cortó el juego con inteligencia. Italiano reforzó la defensa y apostó por el contraataque, aunque renunciando casi por completo al ataque.
El Milan, en cambio, no logró generar ocasiones claras. Perdido entre la ansiedad y la imprecisión, el conjunto rossonero no consiguió hilvanar jugadas ni encontrar a sus hombres clave en zonas peligrosas.
Los minutos se consumieron y el Bologna resistió con entereza. Cuando el árbitro señaló el final, estalló la euforia: medio siglo después, el club alzó nuevamente la Copa Italia y lo hizo venciendo a uno de los gigantes del fútbol europeo. Una noche inolvidable para una institución que vuelve a escribir su nombre entre los campeones del fútbol italiano.