Dios te bendiga

Cimientos destruidos

Cimientos destruidos
Mons. Robert Flock | Monseñor
| 2025-06-18 00:38:34

“Destruidos los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?” (Salmo 11,3).

El tercer versículo del Salmo 11 plantea una pregunta retórica ante una situación de injusticia generalizada. Habla de los cimientos cedidos o destruidos (según se puede traducir del hebreo), como metáfora del poder que está en manos de los malvados que: “tienden su arco y ajustan sus flechas a la cuerda, para disparar desde la penumbra contra los rectos de corazón”.

¿Cuáles son estos cimientos destruidos?

Hemos sufrido el desmantelamiento sistemático de las instituciones de la democracia y de la justicia en Bolivia desde que el Movimiento al Socialismo asumió el poder.

Primero se hizo una constitución que luego no quiso respetar por el tema de la reelección del presidente, con una asamblea constituyente de dudosa legitimidad. Si bien fue aprobada por 61.43% de los votos, es probable que ni el 10% de los votantes haya leído sus 411 artículos. La violencia del último mes es un evidente rechazo al orden constitucional democrático para imponer la dictadura evista.

La falta de independencia judicial es otra, con los auto prorrogados y la justicia en general sometida al ejecutivo en Bolivia, expresada claramente con los secuestros de Luis Fernando Camacho y Jeanine Añez, y todos los demás juicios bajo el pretexto de golpe de estado, cuando las verdaderas atrocidades han sido protagonizados por el mismo masismo.

La destrucción de la economía es otro cimiento destruido consecuencia del modelo socialista centralista, dedicado al despilfarro y la corrupción, tanto de las riquezas del Estado, como de los que ganan la vida con el sudor de la frente.

Lo sucedido con las Fuerzas Armadas y la Policía sería otra área donde les cuesta mantener algo de honradez y profesionalismo frente a la manipulación del oficialismo al servicio del poder de turno.

Hay cierta pérdida de independencia en los medios de comunicación también, y por cierto intentos de someter a otras instituciones como es el sistema educativo, las universidades y las iglesias.

Por lo que queda pendiente la pregunta bíblica: “Destruido los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?”

El salmista opta por buscar refugio en el Señor, quien “examina al justo y al culpable, y odia al que ama la violencia.” Pide “que Él haga llover brasas y azufre sobre los impíos, y les toque en suerte un viento abrasador. Porque el Señor es justo y ama la justicia, y los que son rectos verán su rostro.” Sin embargo, cuando los discípulos sugirieron brasas y azufre para los samaritanos, Jesús los reprendió (Ver Lucas 9,54). Yo mismo lucho contra la tentación de pedir castigos divinos para los malvados enemigos del Reino de Dios.

Recordamos lo que Jesús incluyó en las Bienaventuranzas: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos” (Mt 5,6). Así que además de confiar en Dios, el justo debe mantenerse justo a sí mismo y luchar por una justicia auténtica. Pero Jesús no es ingenuo. Sabe que esto tiene un precio. Implica una cruz. Por eso: “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,10).

La democracia auténtica, la justicia confiable, la convivencia pacífica: estos dependen todos de instituciones fuertes que son más difíciles de construir y perfeccionar que de arruinar y destruir.

Pero si los cimientos son destruidos, nos toca reconstruir otros más sólidos. Jesús también hablaba de construir la vida sobre arena o sobre roca (Ver Mt 7,24-27). No se trata de una teocracia (la peor de las dictaduras), sino del compromiso personal delante de Dios de actuar con justicia. Aquel compromiso supone, especialmente para el ejercicio del poder, la transparencia y la verdad.

Reconstruir los cimientos en Bolivia, más que un proceso de castigo para los maleantes —aunque no debe haber impunidad— debe empezar con el reconocimiento de la verdad de los hechos que hemos vivido. De la misma manera que es necesario tomar conciencia humilde de aquel pasado colonial con sus atrocidades, también es necesario reconocer las maquinaciones de un movimiento vengativo manchado de sangre que ha buscado el poder y ha cometido nuevas atrocidades. No se puede administrar la medicina correcta, sin diagnosticar la enfermedad. Y la enfermedad no es solamente injusticias sufridas, sino también una cultura de resentimiento. Cuando la medicina incluye la violencia y la destrucción de la democracia, de la justicia, de las instituciones, etc., es como dinamitar su propia casa estando adentro.

El Movimiento al Socialismo debería habernos enseñado: primero, que todavía necesitamos sanear heridas antiguas y, segundo, que el socialismo no es ningún remedio, sino otra plaga peor. De espinos no vamos a cosechar uvas (Ver Mt 7,16).

“Destruido los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?”

Ser aún más justo, y convencer a tu hermano de ser justo también.

Que Dios te bendiga.

Mons. Robert Flock | Monseñor