¿Libertarios? ¿liberales?

Enfoques

| | 2024-01-05

Ser libertario está de moda. Todos hablan del libertarismo pero, estoy seguro, muchos sin saber exactamente qué significa, qué postula o qué defiende. Está de moda porque sus argumentos son persuasivos y simples para mercadear. Por ejemplo, el libertario está contra los impuestos porque te roba el producto del esfuerzo de tu trabajo para dárselo a otros. Claro, a quién no le va a gustar semejante postulado. Los conceptos son sencillos y los argumentos virtualmente irrefutables. Está de moda porque Javier Milei, su principal interlocutor, es un extraordinario expositor. Tiene la capacidad de articular conceptos, teorías, números con la realidad como nunca hizo otro en nuestra memoria reciente. Por último, está de moda porque Latinoamérica está experimentando, o va saliendo, del socialismo repulsivo donde la palabra “libertad” es su crucifijo como lo es para Drácula y Milei ha tenido la capacidad de articular claramente la cruda realidad sin cortapisas.

Empecemos por el liberalismo que nos suena más familiar, pero tampoco necesariamente claro. El liberalismo es una filosofía política nacida en el siglo XVII en Inglaterra y en Francia que surgió como una reacción al absolutismo monárquico. John Locke, uno de los principales de esta teoría, defendía la defensa de la libertad, de la propiedad y de la autonomía, y un concepto fundamental es el de ‘dejar hacer’ (laissez faire), que significa que no haya intervención del Estado en el plano comercial, pero tampoco en la vida en general. Este es el liberalismo clásico en un sentido filosófico. El liberalismo plantea la autolimitación del Estado; es decir, el Estado tiene que limitarse a determinadas funciones, sobre todo a la protección del derecho de los individuos y dejarlos hacer.

Luego surgieron distintas interpretaciones de la teoría de Locke, una de las cuales es el libertarismo. Dependiendo de la interpretación de las ideas de Locke, algunos tienen un concepto de un liberalismo donde el Estado no puede o no debería redistribuir a través de los impuestos. El liberalismo libertario que plantea Milei nació en la segunda mitad del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial. Los libertarios creen que el respeto por los derechos individuales conduce a un Estado del tamaño mínimo que se limita a proteger la vida, la integridad corporal y la propiedad privada.

Frente a la filosofía que ha resucitado Milei, existen algunas diferencias con el neoliberalismo, propio de la década de los 80-90 en Bolivia. Primero, no es claro definir el neoliberalismo; éste ha sido aplicado en Chile, Bolivia, Argentina y otros países y, si bien las principales directrices eran comunes, la receta de medidas económicas no fue la misma en cada caso y su ejecución menos aún. Segundo, independientemente del “modelo” que se aplique, si su implementación está contaminada de corrupción, entre otras, no va a funcionar como se esperaba. Excepto en el socialismo que la corrupción en todas sus formas es parte de.

El neoliberalismo es un conjunto de políticas económicas e instituciones que tiene como referente al llamado “Consenso de Washington.” El libertarismo es una doctrina moral que defiende la libertad de las personas en cualquier ámbito, incluyendo la económica. Por tanto, no está de acuerdo con cualquier regulación o limitación que afecte la libertad que, obviamente, se genera a partir del Estado. Promueve la libertad y la propiedad privada de tal manera que cada individuo tome sus propias decisiones de manera voluntaria, sean éstas económicas, de seguridad física, de su propio cuerpo, etc. El libertarismo es potente como doctrina y tremendamente útil que sirve de norte para el diseño de políticas públicas.

Sin embargo, el libertarismo como tal es imposible de implementar porque no encaja con la realidad de ningún país. No se puede dejar de pagar impuestos, se necesita un gobierno aunque limitado. Sin impuestos no hay Estado. No se puede dejar de financiar la educación y salud públicas, las dos son necesidades apremiantes. Esta realidad acerca al libertarismo, como doctrina, hacia el neoliberalismo como el conjunto de políticas públicas.

Ahora bien, ¿cuál puede ser el aporte real del libertarismo renovado por Milei? Primero, la decisión explícita de reducir el tamaño del gobierno a lo mínimo en aquello que sea apropiado de acuerdo a las características de desarrollo de cada país. Esta política no fue explícita en Bolivia ni en Argentina u otros países. Segundo, y por lo tanto, traspasar todas las actividades económicas posibles al ámbito privado donde los individuos tengan la libertad de interactuar, transar, realizar inversiones, gastos, etc. entre ellos. En este acápite se necesitarán regulaciones (indeseables desde el punto de vista del libertarismo), mínimas y claras. Tercero, esto implica que el Estado tiene que ser fuerte y competente, no grande, para diseñar regulaciones simples y para que su ejecución sea efectiva sin que sea contaminada por la corrupción. Cuarto, a su vez, esto implicaría tener gente calificada en la administración pública y transparencia total de la información vía internet en los tres niveles de gobierno y ámbitos públicos (ej. justicia).

Esta sería una oportunidad extraordinaria de reducir y fortalecer el Estado. Las instituciones son como el andamio sobre el cual se asienta la economía y es lo más urgente y prioritario de mejorar. Éstas tienen que ser transparentes y ecuánimes, y tienen que promover la libertad en todas sus facetas. El cimiento de estas instituciones es el estado de derecho. Dentro de ello, el sistema de justicia es central; sin él no existe orden, certidumbre, igualdad, ni vida civilizada.

Al final del día, lo mejor es discutir opciones de políticas y no ideologías. Por un lado, hay que aplicar lo que funciona, sea del “modelo” que sea, teniendo en cuenta el corto, mediano y largo plazo. La ejecución de este tipo de políticas tendrá costos altos principalmente en el corto plazo, y es importante mencionarlo desde un principio para manejar expectativas. Basta de mentir, engañar, desilusionar o contar medias verdades a la gente. Esto ya se hizo por décadas. Bolivia está financieramente quebrada, institucionalmente destrozada, ecológicamente deshecha y moralmente degenerada. Esta situación ha ido expandiéndose y devorando a Bolivia como un incendio durante más de 18 años. Por si acaso, seamos claros: los bomberos que lleguen a apagar este incendio no serán los culpables de la destrucción causada por el mismo, son los que han causado el incendio.