A más gobierno, más pobreza

Bajo el penoco

| | 2023-11-30

A medida que el gobierno se queda sin plata, comienzan a notarse más nítidamente sus defectos: no hay diésel, aumentan las deudas, hay escasez de dólares, crece la incapacidad para atender emergencias como la sequía, la carencia de agua, los graves incendios y también surgen las discrepancias políticas que en el pasado se subsanaban con unos cuántos billetes.

El gobierno tuvo cinco veces más recursos financieros entre el 2006 y el 2006 y la situación de los bolivianos no mejoró en esa proporción. Hubo algunos avances producto de la repartija, pero insignificantes en comparación con el daño causado por el despilfarro, la falta de un modelo productivo y la ausencia de gente que pueda conducir verdaderas políticas públicas que ayuden a superar problemas reales.

En otras palabras, el gobierno no sirve en las buenas y tampoco en las malas, no funciona en épocas de vacas gordas y mucho menos en periodos de escasez, entonces… ¿para qué sirve?

El escritor sueco, autor de famoso best seller “Economía para todos” demuestra con lujo de detalles que la intromisión del gobierno hace más pobres a los pueblos y a mayor intervención, mayor pobreza, tal como lo demuestran los regímenes que promueven una masiva concentración de las actividades económicas en manos del estado. García Linera, el cerebro del “proceso de cambio” soñaba con un 70 por ciento, lo más parecido a Cuba, donde prácticamente no existe propiedad privada y el ciudadano ni siquiera puede saciar su hambre lanzando un anzuelo al río, pues se arriesga a caer preso.

Pero no hace falta hablar de los extremos para observar el papel pernicioso del gobierno en la vida de la gente. La administración pública, cualquiera que sea, desincentiva la producción, pues altera la estructura  productiva, al influir negativamente en la creatividad y la innovación. Las regulaciones orientan los negocios hacia sectores que deciden caprichosamente los burócratas y se desecha la información del mercado, lo que se traduce en el desaprovechamiento de valiosas oportunidades para la generación de riqueza.

El gobierno tiene un concepto errado de valor, que casi nunca está orientado hacia la satisfacción de las necesidades del consumidor. El resultado es productos inservibles o de baja calidad, como se puede ver en las decenas de empresas estatales creadas por el MAS, que producen mal, caro y sin ningún sentido del beneficio para el público.

Los gobiernos suelen poner barreras a aquellas actividades más competitivas y de mayor demanda, lo que pone obstáculos a la mejora continua. Las regulaciones crean un entorno propicio para la complacencia y la mediocridad, pues no existe la medición de los costos y beneficios, no se contempla la satisfacción personal ni la calidad de vida de las personas afectadas por las prohibiciones y la instauración de entornos de privilegios y monopolios que resultan muy caros para el ciudadano.

Donde se mete el gobierno, se elimina la búsqueda de la excelencia, se mata la meritocracia, se restringe el espacio para los creativos, los productivos y, por buscar un falso equilibrio, por combatir la desigualdad o procurar la justicia social, el único resultado alcanzado es la multiplicación de la pobreza.