La economía boliviana enfrenta una amenaza que no puede ser ignorada y mucho menos disimulada con el cuento de que estamos bien porque los restaurantes están llenos. Hablamos del abrumador peso de la deuda pública. Los números son alarmantes y merecen una atención responsable de las autoridades.
Un reciente estudio revela que la deuda pública nacional asciende a la asombrosa cifra de $us 44.064 millones, representando más del 80 por ciento del Producto Interno Bruto del país. Esta situación, lejos de ser un mero dato estadístico, pone en grave riesgo el futuro económico del país y el bienestar de sus ciudadanos.
Las declaraciones del ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro son preocupantes porque cada vez parece más alejado de la realidad. Afirmar que el endeudamiento del país es sostenible y desestimar las advertencias de analistas y expertos económicos es, cuanto menos, temerario. Ignorar la magnitud del problema y restar importancia a las voces críticas equivale a ponerse una venda en los ojos y esperar que el problema desaparezca por sí solo.
La pregunta que surge es: ¿cómo hemos llegado a este punto? La deuda pública, cuando se utiliza de manera responsable para invertir en el desarrollo y el bienestar de la población, puede ser una herramienta efectiva. Sin embargo, en Bolivia se ha perdido el rumbo. La falta de control en el gasto y la ausencia de una visión económica clara son factores que han contribuido a este desastroso panorama.
Desde que se propuso la idea de que la economía boliviana está blindada, el gobierno no ha hecho más que llevar la administración por el camino de la fantasía y hasta ahora no le ha ido tan mal, pues no se ha producido el estallido, aunque tarde o temprano la burbuja puede estallar y generar una hecatombe parecida a la principios de los años 80, tal como el propio Luis Arce lo advirtió hace un par de años, antes de que lo mandaran callar los cubanos.
Desde entonces, se ha manejado un falso optimismo protegido por un manto de oscuridad sobre las cifras de la economía. Los bolivianos hemos sido testigos de una preocupante falta de transparencia, especialmente en lo que respecta a las reservas internacionales y la escasez de dólares en el mercado.
El Banco Central de Bolivia (BCB) ha optado por el silencio, negándose por meses a actualizar datos cruciales, lo que ha creado un terreno fértil para la especulación y la inestabilidad en el mercado cambiario. Los ciudadanos, los analistas y los legisladores están en la oscuridad, sin información precisa para tomar decisiones informadas sobre el futuro económico del país.
El discurso del gobierno, que intenta tranquilizar a la población diciendo que la escasez de dólares es solo temporal y que la economía es estable y sólida, parece ser una cortina de humo para ocultar la realidad, especialmente en lo que toca al sector hidrocarburos, que literalmente está en ruinas, crisis que compromete seriamente las finanzas del país a largo plazo.
Un reciente estudio revela que la deuda pública nacional asciende a la asombrosa cifra de $us 44.064 millones, representando más del 80 por ciento del Producto Interno Bruto del país. Esta situación, lejos de ser un mero dato estadístico, pone en grave riesgo el futuro económico del país y el bienestar de sus ciudadanos.