La empresa Diagnosis acaba de hacer una encuesta nacional y le preguntó a la gente si prefiere el modelo cruceño de desarrollo o se inclina a favor de la propuesta gubernamental consistente en repartir plata a manos llenas a los leales al régimen a costa de esquilmar a los que trabajan y pagan sus impuestos. Eso equivale a preguntarles a unos niños si prefieren comer brócoli o chocolatines. El paradigma de Santa Cruz consiste precisamente en prescindir de la mano del estado, que promete todo gratis, que ofrece la dulzura del paternalismo, esquema que termina siempre en desastre, como pasaría con la salud de cualquier chico que se alimente exclusivamente de golosinas. La libertad nunca goza de popularidad, porque exige esfuerzo, trabajo duro y tomar decisiones personales que no siempre son fáciles. La alternativa es cederles a los políticos el poder para decidir sobre la vida de cada individuo, misión imposible que conduce indefectiblemente al fracaso y al sufrimiento. Sólo el que alcanza a probar el sabor que tiene el fruto del sudor y del sacrificio puede decir cuál es la mejor opción. Afortunadamente el 45 por ciento de los bolivianos se ha dado cuenta y se inclina por el modelo cruceño, mientras que el 38 por ciento todavía cree en cantos de sirena.