El país sigue dividido entre los que consideran que la pelea del MAS es una farsa y los que piensan que no habrá manera de reconciliación. Pese a que connotados analistas y politólogos aseguran que la disputa es real y que es “a muerte”, la política no es una ciencia exacta y mucho menos en Bolivia, donde “todo puede suceder”.
Naturalmente sólo hay dos hipótesis sobre el desenlace de esta guerra entre dos bandos que ya tienen nombres: “arcistas” versus “evistas”. La primera es que salga vencedor el cocalero Morales y para ello tendrá que pasar por encima de la justicia y la constitución, como ya lo hizo en 2019, hecho que los propios masistas consideraron un grave error.
Es probable que una virtual candidatura de Morales aplaque inmediatamente la división interna, pues ni Arce ni ninguno de sus seguidores tienen la vocación guerrera y los intereses tan marcados como para llevar hasta las últimas consecuencias esta disputa. Con el ex presidente a la cabeza tampoco tendrán la fuerza electoral como para medirse con otra sigla, como se ha venido especulando.
Lo más contraproducente de Evo Morales es su aparente pérdida de popularidad reflejada en numerosas encuestas, los fuertes anticuerpos que ha generado en diversos sectores, tanto internos como del exterior del país, la ineludible necesidad de recurrir al fraude otra vez y violar todos los preceptos legales para recobrar la presidencia, lo que lo convertiría de entrada en un mandatario ilegítimo, por no decir un dictador, con todas sus letras.
Si llega a ser presidente, se mantendrán las corrientes internas del partido, el cuoteo del gobierno será (como siempre ha sido) la manera de aplacar las diferencias en un contexto de falta de recursos financieros para costear las lealtades, pérdida de capacidad de gestión y un enfrentamiento con la oposición y con las regiones rebeldes que persistirá y podría intensificarse. La amenaza de caos e inestabilidad es muy grande.
La segunda opción parece ser la más viable. Luis Arce tiene la billetera del estado, que le permite comprar aliados y reunir la fuerza como para boicotear los esfuerzos del cocalero para recuperar su sillón. El gobierno le ha declarado la guerra al Chapare, está vaciando la administración pública de los evistas y luce cómodo con la estructura judicial que seguramente se ha comprometido a bloquearle el paso a Morales. Por otro lado, se está produciendo una deserción masiva en la estructura partidaria que controla el ex mandatario, cuyo congreso a celebrarse en octubre tiene cada vez menos adherentes.
Pero por más apoyo que tenga Arce y la muy bien disimulada venia de importantes actores internacionales, entre ellos la de Estados Unidos, Evo Morales amenaza con incendiar el país si no le permiten ser candidato. En este caso, el pronóstico también es complicado y requerirá de Arce una actitud muy más abierta y pragmática. Sus actuales aliados no le pueden asegurar una victoria en las calles sobre un opositor de esa envergadura sin que las cosas deriven en anarquía.
Pero por más apoyo que tenga Arce y la muy bien disimulada venia de importantes actores internacionales, entre ellos la de Estados Unidos, Evo Morales amenaza con incendiar el país si no le permiten ser candidato. En este caso, el pronóstico también es complicado y requerirá de Arce una actitud muy más abierta y pragmática. Sus actuales aliados no le pueden asegurar una victoria en las calles sobre un opositor de esa envergadura sin que las cosas deriven en anarquía.