
Pese al descaro y al tono desafiante con el que habla, habría que tomarle la palabra al ex ministro Juan Ramón Quintana, cuando dice que el caso del ministro de Desarrollo Rural, Edwin Characayo es un pequeño episodio.
Tal vez a él le parecen insignificantes los 20 mil dólares que estaba cobrando de soborno el funcionario y en ese caso habría que ver si el gobierno es capaz de atacar no sólo a los “peces chicos”, sino también a los grandes. Para empezar, ahí tenemos paralizada la investigación del escándalo del aeropuerto de Chimoré, que en lugar de progresar parece ir hacia atrás. ¿O de qué forma se explica que una dirigente cocalera haya sido nombrada como titular de AASANA? Eso parece una burla más que una broma pesada y el gesto de Quintana no hace más que confirmarlo.
Tampoco hace falta que una figura de la talla de Quintana lo sugiera para pensar que todo se trata de una pugna de poder dentro del MAS, pues es conocido que existen ministros que responden a la actual estructura gubernamental y otros que obedecen las directrices de Evo Morales, quien desde hace meses es señalado como un sujeto incómodo dentro del partido y a quien culpan por los pésimos resultados en los más recientes comicios. Conociendo cómo ha actuado siempre el régimen no se descarta que todo se trate de una cortina de humo para evitar que la opinión pública siga hablando de la caída en las urnas y no es extraño que estén dispuestos a sacrificar a un indígena como Characayo. No sería la primera vez que lo hacen.
Sea como fuere, lo que está haciendo el MAS con el país se pasa de los límites toolerables. Desde que asumió Luis Arce no ha hecho más que someter los asuntos del Estado a los caprichos del cocalero, cuya única finalidad es tapar la cobardía con la que actuó en noviembre de 2019. Le ha entregado el aparato público para que satisfaga su sed de venganza, mientras descuida los problemas de los bolivianos, no atiende la pandemia, no actúa en función de la reactivación y, por lo visto, tampoco controla a su gente y la demostración es la conducta delincuencial del ministro Characayo.
Luis Arce no ha cambiado absolutamente nada y sigue los pasos del régimen de Morales. Se entrega por completo a la campaña y a la persecución política y resulta que ahora también está supeditando el estado a una pugna de poder interno, que nadie sabe dónde nos va a llevar.
Obviamente, lo que quiere el MAS es únicamente el poder para utilizarlo en lo que mejor saben hacer: derrochar, robar y beneficiar a las mafias políticas que los respaldan. Y ahora hay dos partidos dentro del gobierno, dos bandos que jalan cada uno por su lado, un monstruo de dos cabezas al que le importa poco y nada lo que sucede con la emergencia sanitaria, la vacunación, la economía y la educación. La gente rechaza esta situación a través de las urnas, pero a ellos no les importa, se burlan, lo minimizan y les vale un comino. Es el camino de la degradación total.
Hay dos partidos dentro del gobierno, dos bandos que jalan cada uno por su lado, un monstruo de dos cabezas al que le importa poco y nada lo que sucede con la emergencia sanitaria, la vacunación, la economía y la educación. La gente rechaza esta situación a través de las urnas, pero a ellos no les importa, se burlan, lo minimizan y les vale un comino. Es el camino de la degradación total.