Decepcionante fracaso de los políticos

Miradas

| | 2020-02-05

Había una leve esperanza. Pero era previsible el fracaso. Con pocas novedades, son los mismos actores de otro tiempo. Claro que no es razonable esperar que en un par de meses cambien de mentalidad y de actitud.

Es cierto que el contexto electoral ha variado, pero en lo esencial sigue siendo el mismo: la fragmentación con varios presidenciables  y la dictadura monolítica en la otra esquina.

Las encuestas, aunque no muy confiables, reflejan la debilidad de unos y la fortaleza del otro. La dispersión puede favorecer o perjudicar, según quien lo vea. En ese escenario se reedita la antigua confrontación entre sindicatos y  partidos. En lo moral e institucional  aquellos dejaron el país en ruinas. El grupo gobernante (no solo el caudillo) se acostumbró a vivir  una falsa opulencia de magnate, asentada en la corrupción y el narcotráfico. Ahora están empeñados en recuperar. Esa es la  causa por la que pelean.

Para los que aún tienen dudas, y principalmente para esa gente que conforma el “voto duro” (debería llamarse el del fanatismo desinformado) es preciso aclarar la diferencia entre democracia y dictadura. Ésta propugna la permanencia indefinida en el poder, sin respetar leyes ni reglas; en cambio, la democracia funciona  con normas y principios, entre ellas la periodicidad y la alternancia. Morales, es el mejor ejemplo de dictador: desconoció el resultado del 21F y el Art. 168 de la CPE. En octubre último quiso ganar dolosamente, con fraude. 

Los ocho candidatos, ¿en qué se diferencian los unos de los otros? ¿Sustentan doctrinas políticas, económicas y sociales distintas? ¿Hay estrategias operativas no coincidentes? A nuestro ver, hablan mucho sin decir nada: palabras, palabras, pero los hechos también tienen su lenguaje; ellos hablan claro y fuerte.

Está visto que todos quieren ser presidentes, ninguno está dispuesto a renunciar; sin embargo, no hay nadie que por sí mismo sobresalga nítidamente del grupo. Los políticos representan una parda uniformidad de rasos. Por eso hay disputas, porque no existe una  figura sobresaliente con natural gravitación de superioridad. Todos son iguales.

Después de opinar que sería deshonesto candidatear desde la presidencia, la señora Áñez también hace fila. No se da cuenta de que ya tiene en las manos el poder. Rehúye ingresar  a la historia por la puerta inmensa de gloria. En lugar de ejercer liderazgo con  autoridad presidencial, se sumó a los otros. Ella pudo  lograr la ansiada unidad, pero tiró por la escotilla su carrera política. Como decíamos en una nota anterior, la lotería premiada no cruzará dos veces por su vereda. No se sabe si por debilidad o por  desorientación, no pudo evitar las influencias de su partido.

Como era previsible,  no se pudo alcanzar el objetivo esperado. Cuando menos debieran suscribir  un acta con el compromiso de que basado en las encuestas, apoyarían sin retaceos, en abril,  al binomio que más se aproxime al rival. Las cinco conclusiones son de esos que se dice “un saludo a la bandera”. En tanto que el dictador y sus amigos construyen el camino por donde volverá para seguir luchando contra la democracia. Sólo ellos son capaces de comprender la fuerza de la unidad.

El autor es escritor.