
En los últimos años hemos venido escuchando que el aumento de los ingresos públicos y el incremento del Producto Bruto Interno que se dio como consecuencia de los altos precios de las materias primas de exportación, constituían un excelente colchón para el endeudamiento externo y que no había por qué preocuparse (lo siguen repitiendo) por gran cantidad de compromisos adquiridos, especialmente con la China, uno de nuestros principales acreedores.
Lo que nunca explicaron fue la extraña razón que llevó a los conductores de la economía nacional a contraer tantas deudas justo en la época de mayor bonanza del país, que posibilitó una disponibilidad de recursos cuatro o cinco veces más alto que los promedios históricos que pudieron haber permitido (sin la necesidad de tantos préstamos) conseguir un país cinco veces mejor en educación, en salud, en infraestructura, en producción, etc.
Es obvio salvo una endeble reducción de la pobreza extrema, Bolivia no es mucho más diferente de lo que era en el 2006, salvo en el hecho de que los bolivianos estamos más endeudados que nunca, con el agravante de que las condiciones ya no son las mismas. El “veranito financiero” se acabó en el 2014 y a partir de ahora solo queda afrontar caídas, reducciones y, naturalmente el pago de los acreedores, que “comenzarán a pedir el paraguas justo cuando empieza la tormenta de problemas”.
La deuda externa no solo es preocupante en términos globales, sino también la que corresponde a cada ciudadano que actualmente alcanza los 886 dólares la más alta de la historia. Esta cifra per cápita creció de los 231 dólares en 2007 y ha ido abultándose de manera desmedida, mientras que el total pasó de los 3.200 millones a casi 10 mil millones, es decir tres veces más.
Como decíamos, la época de “vacas gordas” terminó hace cuatro años y justo en el 2015 la tendencia al endeudamiento se presentó con mayor fuerza, “especialmente el año pasado, cuando la deuda pública se incrementó en más de dos mil millones de dólares”, dice un preocupante informe de la Fundación Milenio.
La “fuerza” que cita Milenio en realidad ha sido un desordenado modelo de endeudamiento que ha sido posible gracias al manejo político del Banco Central que se ha convertido en la “caja chica” de las aventuras estatistas del régimen y que han contribuido a elevar la deuda pública a los 21 mil millones de dólares.
Milenio asegura que apenas hay un pequeño margen de sostenibilidad de la deuda, pero hará falta mucho más que la tímida reducción del presupuesto para la inversión pública que ha anunciado el Gobierno, pues un duro aterrizaje solo podrá evitarse si inicia un concienzudo periodo de ajustes, reformas y especialmente un plan drástico de ahorro en el gasto público, el más desordenado de los aspectos de la gestión. El grave problema es que estos desafíos llegan en un momento en el que los apetitos políticos no están para estar midiéndose en derroches.
La época de 'vacas gordas' terminó hace cuatro años y justo en el 2015 la tendencia al endeudamiento se presentó con mayor fuerza, especialmente el año pasado, cuando la deuda pública se incrementó en más de dos mil millones de dólares.