Abuso de poder y ligerezas de lengua

| | 2010-02-12

Winston Estremadoiro - Jugueteo con algunas perlas de la escena política nacional, porque en vísperas de carnaval la musa exige un tono liviano para tratar temas serios, no sea que se termine barbón y piojento debajo de un puente, al pretender ahogar las penas del país con agua de fuego. O peor, ser instigador, sin saberlo, de que algún lector sumido en la depre cuelgue soga de una viga, la anude en el pescuezo, suba a una silla, la patee y patalee unos segundos, desoyendo aquel consejo de Sabina, “más de cien palabras, más de cien motivos, para no cortarse de un tajo las venas”.
Abuso de poder ha sufrido uno que no hizo caso a una ministra que muñequeó para que su sobrina becaria no devuelva unos viáticos “por ser un monto pequeño”. Que la dignataria “cometa un acto de corrupción al tratar de usar su posición para evitar un proceso a su familiar” es doblemente penoso, porque su despacho está a cargo de la lucha contra la corrupción. Triple pena es que el economista desbancado haya sido reemplazado por un proxeneta, según reclama un airado Rolando Morales.
Prueba de que el abuso de poder no reconoce diferencias de sexo       -“de género” está mal dicho según la RAE- que el empresario de mariposas de la noche fuera apalancado por una resbalosa como un suche. Salió limpia de polvo y paja, cuando se cayó el túnel de Alarache en Tarija por negligencia en el mantenimiento durante su gestión; le urdieron proceso a su jefe, siendo que ambos firmaron el contrato inicial de la obra en el Servicio de Caminos institucionalizado. El otrora jefecito sufre ahora una veintena de juicios, muchos urdidos por la ex subalterna, en claro ejemplo de acoso judicial como forma contemporánea  de abuso de poder.
Especulo que los males gástricos de Anamar –otrora reputada periodista que pusiera su prestigio en el altar del becerro de oro del neopopulismo- se deben a tragar ligerezas de la ignorancia o la soberbia atrevidas de sus correligionarios. Yo mismo sufrí de gastritis al perder el archivo de un artículo terminado –“light” por irónico, no por dietético- que se borró de la computadora por ligereza de dedo. Precisamente la ligereza, pero de lengua en mandamases de turno, me impele a cavilar sobre el intríngulis –en sentido de la dificultad o complicación- del abuso de poder implícito en afirmaciones de politicastros de moda (hoy en Bolivia, ¿son “politichávez”?).
Ahí está la ocurrencia de un senador cruceño, declarando que si bien antes se aplicaba un rodillo negociado, los gobiernistas “no vamos a aplicar rodillos nunca” –peor si concertados- “aplanadora vamos a aplicar”. No importó que luego quitara una bolsada de petulancia, acotando que no se usaría la aplanadora “para aprobar leyes a favor de un grupo de personas, sino para el pueblo boliviano”. El dignatario no hace más que marcar el paso a sus jefazos para escalar posiciones. El ejemplo lo da el Pluri-Vice, con ligerezas que lo exponen al contraste de su historial con los adjetivos que endilga a los dirigentes cívicos de la Media Luna. ¿Acaso calificativos abusivos de “terrorista”, “subversivo”, “golpista” no calan también a su historial? Su muletilla cínica de que los terroristas de ayer son los líderes de hoy, ¿soslaya que sigue dando vueltas la mándala de la historia?
Recordé a Paz Estenssoro, estadista defenestrado del Palacio Legislativo. Echó en el acto a un mandamás ebrio que insultó al policía que le detuvo después de un incidente de tránsito. Por eso aplaudí la celeridad con que los número uno, dos y tres del Poder Ejecutivo reaccionaron ante un candidato borrachín, que ya la embarró cuando era ministro. ¡Qué pulseta tragicómica la del beodo que primero renuncia, porque “la Ley debe aplicarse para todos, por lo que me someteré a la misma”, según declaró, y luego da marcha atrás apoyado en la justicia comunitaria! ¿Será que montoneros torcerán los brazos del Presidente, del Pluri-Vice y del ministro de Gobierno juntos?
El meollo es el abuso de poder en inaudito “usos y costumbres” que mella el principio universal de igualdad ante la ley. Grupúsculos de aimaras, mineros, gremiales, universitarios y mujeres campesinas desafían la autoridad del “jach’a apu mallku” y presidente Evo. Al paso que vamos, en este país folclórico no serán las máximas autoridades, ni la ética del político, menos la justicia ordinaria o los curas, sino los “mallkus” y “mama t’allas” quienes redimirán los “pecados”. Inclusive de choferes ebrios convertidos en verdugos de viajeros y peatones.
Un lector me recordó que “en la villa de Aranjuez, todo marcha al revés, el ratón persigue al gato y el pillo al juez”. Se me aclaró un poco la figura con algo de Jonathan Swift: “el poder arbitrario constituye una tentación natural para un príncipe, como el vino o las mujeres para un hombre joven, o el soborno para un juez, o la avaricia para el viejo, o la vanidad para la mujer.” Los príncipes de hoy son los elegidos de la nueva “nomenklatura” política que plaga el país con abusos de poder y ligerezas de lengua.
Por mi parte, con Oriana Fallaci, “sigo sin comprender el poder, pero comprendo a quien se opone al poder, quien censura al poder, quien replica al poder, y sobre todo, a quien se rebela contra el poder impuesto por la brutalidad. La desobediencia hacia los prepotentes la he considerado siempre como el único modo de usar el milagro de haber nacido”.
Camino sobre el filo de la navaja, pero hay que decirlo. A pesar de que ya lleguen a media docena los presos “por faltar el respeto” a la augusta autoridad de los nuevos “pachacutis”. Aunque la libertad de expresión está en jaque –si no se morigera- por amenazas de poner una camisa de fuerza a la prensa. Así los líderes de la oposición estén en chirola, exiliados o perseguidos por fiscales y jueces obsecuentes. 
 
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