Hasta el más ingenuo de los mortales se puede dar cuenta que la muerte del interventor del banco Fassil, Carlos Alberto Colodro López no corresponde a un suicidio, tampoco ha sido un asesinato común y corriente, sino que se trata de un acto terrorista, destinado a mandar un contundente y entremecedor mensaje a la opinión pública.
¿Quién lo cometió? Sin duda alguna es alguien que está seguro de conseguir la impunidad y que no sólo gozará de la protección política, policial y judicial, sino que también está con la certeza de manipular las pruebas, de dirigir las investigaciones y dar con el correspondiente chivo expiatorio que más se adecúe con las necesidades políticas del caso Fassil.
¿Por qué lo mataron? Colodro no era el indicado para cometer un acto de terrorismo financiero como el que se está ejecutando en el Fassil, que requiere de un individuo sin un mínimo de escrúpulos, sin una pizca de verguenza y con la capacidad de capear los grandes oleajes de la operación criminal que se ha montado en torno a la intervención de la entidad financiera. Su muerte no hace más que confirmar los rumores sobre su inminente renuncia, algo que hubiera dañado severamente la movida.
El sospechoso anuncio que hizo un periodista de abandonar el país hasta que se esclarezca la muerte de Colodro, es un factor coadyuvante de la hipótesis sobre un acto terrorista muy bien planificado por alguien que domina los resortes del poder. El comunicador en cuestión ha sido, durante los últimos meses, una pieza clave en la divulgación de la versión oficial sobre lo ocurrido en el banco intervenido, manejaba las “primicias” como ningún otro reportero, compartía el lenguaje usado criminalizar las operaciones de Fassil y su repentina reacción simplemente confirma esa estrecha sintonía con la narrativa autorizada.
Para qué vamos a mencionar como prueba de lo que estamos afirmando, la chapucera aparición en público de un ministro con una supuesta carta póstuma del malogrado interventor, un documento que no aguanta el más superficial de los análisis. La burda intervención y torpe manipulación que se ha hecho de la escena del crimen, de la autopsia y otras pruebas, sólo confirman que los expertos en montajes, los que armaron la matanza del hotel Las Américas, El Porvenir, la muerte de Analí Huaycho y otros actos terroristas del pasado, no sólo han perdido la habilidad, sino que se han vuelto más descarados.
¿Por qué hacen todo esto? Semejante acto barbárico corresponde a alguien desesperado, un actor político que necesita dar una señal lo suficientemente clara de que aquí hay un órden que no puede ser cuestionado, un solo mando que no debe ser puesto en duda, que nadie puede levantar cabeza y, obviamente, está frustrado porque la persecución no está funcionando, pues aumentan los cuestionamientos y las denuncias. El hecho de que la víctima sea un hombre de las filas oficialistas, le otorga una carga aún más simbólica a este lamentable suceso.
Semejante acto barbárico corresponde a alguien desesperado, un actor político que necesita dar una señal lo suficientemente clara de que aquí hay un órden que no puede ser cuestionado, un solo mando que no debe ser puesto en duda, que nadie puede levantar cabeza y, obviamente, está frustrado porque la persecución no está funcionando, pues aumentan los cuestionamientos y las denuncias.