Rómulo Coca, a sus 78 años, ha perfeccionado hasta el límite la labor de fabricar velas. Lo hace con habilidad, pero también con fe. Con los años se transformó de un solitario artesano en un microempresario de Cotoca, sede de su vida y su trabajo. Su taller está rústicamente montado, como el pesebre que vio nacer a Jesús, el hombre al que se rinde culto con las velas en las iglesias.
Cuenta con el apoyo y participación en el trabajo de sus dos hijas, con las que conforma una familia que, literalmente, da luz y vitalidad a todos los creyentes.