Fue una grata sorpresa evidenciar que los protagonistas principales de las protestas y los bloqueos en las calles son jóvenes. Demandan que el gobierno respete la decisión expresada en las urnas el 21 de febrero de 2016, y que deje de esgrimir la mentira como verdad. Las aberraciones y groserías cometidas no se los ha llevado el viento; fueron retenidas en la memoria colectiva. Se han pronunciado por la democracia como sistema de gobierno; rechazan el intento de implantar en Bolivia la dictadura; no importa de qué signo sea.
El gobierno tiene la manía de minimizar las situaciones que le afectan. Para él siempre son “unos cuantos”.
No se sabe si por miopía o por intencionada postura, sus ojos ya no ven la realidad; o sólo ven lo que sus aduladores deciden que vea. Y la verdad es que como nunca antes, la rebelión se ha extendido a todo el país, y de manera espontánea. Es comprensible: no se puede aguantar los excesos por tiempo indefinido.
La paciencia, por muy grande que sea, también se acaba.
¿Y cuál es la realidad que no ve el gobierno? Hay un amplio espectro de situaciones. Anotaremos algunas: El tiempo político se le acabó, está flotando en el aire. Ha perdido toda confianza y credibilidad; un gobierno sin estos atributos, ya no es gobierno. Entre los últimos hechos, los más visibles son el haber ido a rifar a La Haya la última esperanza de Bolivia respecto al mar con soberanía; Morales ya no puede hablar de esto con Chile. Y finalmente, la grotesca pantomima de obrero que apagaba fuego en Chiquitanía, siendo Morales el que aprobó las normas permisivas para que haya asentamientos y se produzca la quema del bosque.
Los jóvenes son ahora los protagonistas. El padre Gabriel Codina, dejó anotado en sus comentarios sobre la reforma educativa de 1994 que “Bolivia es un país en edad escolar”. Es decir, la edad predominante en la población nacional oscila en alrededor de los 20 años. Esa es la juventud que ha salido a las calles.
Imbuidos de fe y esperanza, pero también con la firme resolución de conseguir lo que se propone. Cada cierto tiempo los jóvenes gritan su descontento; rechazan cualquier yugo que pretenda domesticarlos. Así sucedió en los años 60; así volverá a suceder. Es la sangre nueva que reclama sus derechos, su rol protagónico en la historia. Desdichado el país que no tenga en sus filas este fermento de rebelión.
Esa reacción fue creciendo de a poco en Bolivia. Una joven estudiante y un joven albañil en actitud solitaria, por separado, gritaron en Potosí, a oídas del arrogante mandatario: “Bolivia dijo NO”. Los ofuscados, los obtusos fanáticos que ofician allí de autoridades los persiguieron y los encarcelaron. Este es el momento propicio para reivindicar sus nombres y su dignidad. Se llaman Yulitza Daza y Rafael Chambi. Ellos son, en las actuales circunstancias, los paradigmas de la rebelión que hoy se ve en las calles de Bolivia.
El autor es escritor.