En mi artículo anterior hablé de la soledad negativa, en el de hoy lo haré desde el punto de vista de la psicología y el ascetismo, en las cuales, cuando es voluntaria, tiene beneficios. Es positiva desde el punto de vista psicológico cuando se elige voluntariamente y fomenta el autoconocimiento, y desde el ascético cuando promueve la introspección espiritual y el desapego.
Beneficios Psicológicos
La soledad voluntaria reduce el estrés al bajar los niveles de cortisol y permite recargar energías, actuando como un respiro de las demandas sociales. Además, fortalece las relaciones al ofrecer perspectiva renovada y mayor apreciación por los demás tras un período de introspección. Facilita la reflexión emocional, ayudando a procesar sentimientos sin distracciones y mejorando la resiliencia ante crisis.
Beneficios Ascéticos: Cuando se ejerce como práctica, es lugar por excelencia de encuentro con Dios. Por ejemplo, Santa Faustina Kowalska, en su diario, habla de la soledad no como tristeza, sino como un escudo necesario para proteger el alma.“El silencio es la espada en la lucha espiritual... El alma silenciosa es fuerte; ninguna adversidad le hará daño si persevera en el silencio. El alma recogida es capaz de la más profunda unión con Dios.”
La Biblia nos dice que el silencio es tan necesario que el mismísimo Jesús lo utilizaba:
Marcos 1,35: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”.
Lucas 5:16: “Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba”
En el ámbito ascético, la soledad positiva equivale a la soledad constructiva, donde uno se reencuentra consigo mismo sintiéndose completo, sin vacío emocional. No solo el credo católico, sino que, tradiciones como el budismo lo promueven para el crecimiento personal, la autoconciencia y el desarrollo de la creatividad, transformando el aislamiento en bienestar espiritual. Este estado voluntario desbloquea potenciales internos, enfrenta miedos y cultiva la autoestima, similar a retiros para conectar con la esencia verdadera.
La soledad nos ayuda en medio del ruido.
Santa Teresa de Calcuta nos recuerda que la soledad y el silencio son necesarios incluso para quienes tienen una vida muy activa, pues son la fuente de donde brota el amor. “Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza —los árboles, las flores, la hierba— crece en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio... Necesitamos el silencio para poder tocar las almas”.
La soledad interior (soledad como refugio)
San Agustín pasó gran parte de su vida buscando la felicidad fuera, hasta que descubrió que la verdadera compañía estaba en su propia soledad interior.
“Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje de los mares... y, sin embargo, pasan de largo de sí mismos. Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad”.
La soledad como fuente de paz
San Bernardo de Claraval, monje cisterciense, hablaba de la soledad monástica (la beata soledad) como el ambiente donde el cielo se toca con la tierra.
“Nada hay más apto para encontrar a Dios que la soledad y la paz del corazón, donde no se oye el estrépito del mundo.”
La soledad como forma de enfrentar el sufrimiento
San Pío de Pietrelcina (Padre Pío) aconsejaba que, cuando el mundo nos rechaza o nos sentimos solos, debemos construir una "celda" dentro de nosotros mismos.
“Cuando te veas despreciado, haz como el martín pescador, que construye su nido en los mástiles de las naves... retírate a la celda de tu propio corazón y allí quédate a solas con Jesús”.
Aprovechemos estas fechas de ruido, en especial de música y petardos, para desconectar del ruido externo que distrae y para conectar con la presencia interna de Dios en nosotros que conforta. Dios con nosotros