Editorial

El huevo y la gallina

Las declaraciones del canciller Fernando Aramayo en Washington revelan más que una solicitud diplomática: exponen la urgencia de un Gobierno que necesita resultados inmediatos...

Editorial | | 2025-12-14 07:03:00

Las declaraciones del canciller Fernando Aramayo en Washington revelan más que una solicitud diplomática: exponen la urgencia de un Gobierno que necesita resultados inmediatos sin haber tomado todavía las decisiones estructurales que el país y el mundo esperan. Su frase —“Necesitamos acciones, no solo declaraciones”— parece un boomerang que regresa directo a La Paz. Porque si algo ha abundado desde que Rodrigo Paz asumió el mando son precisamente auspiciosos anuncios de apertura, mientras el modelo económico heredado del MAS continúa prácticamente intacto.

La economía boliviana sigue atrapada en los mismos mecanismos que la llevaron al colapso: controles de precios, subvenciones insostenibles, un aparato estatal sobredimensionado y empresas públicas deficitarias que devoran el presupuesto. No hay dólares, no hay diésel, no hay liquidez. Y, como ya se dijo sin rodeos: no hay plata. El presidente fue aún más explícito cuando afirmó que el estado boliviano está muerto, pero lamentablemente todavía no se han puesto en marcha las medidas necesarias para resucitarlo.

En este escenario, pedir apoyo externo sin mostrar señales de reformas reales coloca al país en el clásico dilema del huevo y la gallina. ¿Qué viene primero? ¿El crédito o la reforma? ¿La confianza o la acción?

Pero, a diferencia del dilema original, aquí no hay misterio. Primero deben venir las reformas. Primero Bolivia debe demostrar que está dispuesta a dinamitar el modelo estatista que la hundió. Ningún organismo internacional entregará un centavo mientras el Estado siga siendo una maquinaria ineficiente y opaca. Ningún país aliado comprometerá recursos si estos terminarán en la misma burocracia que ha asfixiado la economía durante dos décadas.

Aramayo afirma que el Gobierno está listo para tomar decisiones “difíciles” de inmediato. Sin embargo, no existe hasta ahora una sola medida concreta que lo pruebe. Todo está previsto “para marzo”, un mes convertido en símbolo de la postergación, del anuncio sin ejecución, del país suspendido en un limbo. Mientras tanto, el canciller busca que el mundo confíe en una transformación que todavía no empezó en los hechos y de una manera convincente.

Estados Unidos, organismos multilaterales y gobiernos aliados ya dieron su mensaje: Bolivia tiene apoyo político. Lo que falta es la otra parte del contrato: señales claras, reformas visibles, leyes que desmantelen el viejo modelo, reglas que atraigan inversiones y un programa serio que ordene las finanzas. La apertura no se decreta; se construye.

El Gobierno de Paz quiere respaldo antes de cambiar, pero el mundo necesita cambios antes de respaldar. Y esa es la verdad incómoda que ni la diplomacia puede disimular. El huevo y la gallina, en este caso, tienen un orden inequívoco: primero la reforma, después el crédito. Primero la acción, luego el apoyo.

Hasta que eso ocurra, Bolivia seguirá en pausa, esperando decisiones que ya no pueden postergarse más. Porque mientras el Gobierno habla de futuro, la economía no reacciona como se espera.

Estados Unidos, organismos multilaterales y gobiernos aliados ya dieron su mensaje: Bolivia tiene apoyo político. Lo que falta es la otra parte del contrato: señales claras, reformas visibles, leyes que desmantelen el viejo modelo, reglas que atraigan inversiones y un programa serio que ordene las finanzas. La apertura no se decreta; se construye.