La votación en contra del crédito de JICA por parte de la diputada Diana Romero, esposa del vicepresidente Edman Lara, abre un capítulo inquietante para el gobierno de Rodrigo Paz. Todo indica que Lara está siguiendo los mismos pasos del evismo, que durante meses boicoteó sistemáticamente la gestión de Luis Arce desde la Asamblea Legislativa. Hoy, el patrón se repite. Romero vota “no” en nombre de la lucha contra la corrupción, pero no presenta evidencia alguna. Lara, como vicepresidente, debería exigir que su entorno político sustente acusaciones tan graves. De lo contrario, su conducta se coloca peligrosamente en el terreno del sabotaje legislativo sin respaldo técnico. La historia reciente enseña que ese tipo de rupturas internas no nacen de la ética, sino de la disputa por cuotas de poder. Si Paz y Lara no alinean criterios, el país podría enfrentar una reedición del conflicto Arce–Evo: un gobierno minado desde adentro por quienes deberían sostenerlo. Y Bolivia ya pagó muy caro ese juego de duplicidades.