Al igual que el presidente Rodrigo Paz, todos hablan mal de los intermediarios a la hora de referirse al precio de la carne, pero aunque parezca paradójico, el remedio no es eliminarlos, sino multiplicarlos. Es peligroso cuando un político habla de precios. El riesgo es que decida meter mano y ya conocemos las graves consecuencias de aplicar controles. Si el primer mandatario considera una plaga a los comerciantes responsables de elevar el precio de la carne, lo correcto es ver la enfermedad y no el síntoma, pues el verdadero problema en el mercado de la carne no es la existencia de intermediarios, sino su escasez. Cuando pocos controlan el flujo entre productor y consumidor, el resultado es un monopolio disfrazado. Y para combatirlo se necesita —como dice el refrán— un cuchillo de la misma casa: más competencia, más actores, más intermediarios. Eliminarlos solo concentra poder. Promover la competencia lo distribuye. Con más oferentes disputando al cliente, los márgenes se reducen y el precio cae por su propio peso. La tarea del gobierno ahora es ver dónde están las trancas para que haya más… intermediarios.