Tribuna

Recuperar el valor del Adviento

Recuperar el valor del Adviento
Javier Gómez Graterol - Sacerdote y Periodista | Sacerdote y Periodista
| 2025-12-06 08:21:34

Con la pasada oleada de “corrección política” que hubo, muchos medios bombardearon con la absurda idea de decir “Felices fiestas” en vez de “Feliz Navidad” y, como no se valora lo que no se conoce, pues muchas personas, por “no crear conflicto”, pues simplemente se plegaron a eso como si de una moda se trataba. Ya he hablado en artículos pasados sobre el hecho de nuestra disponibilidad a copiar “festividades” como el “Viernes negro” (Black Friday), aún peor, el Halloween, pero para nada y nunca el Día de Acción de Gracias, donde las familias se reunen a dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas en ese año.

Hoy daré una base sencilla de qué es el Adviento y su valor, para así poder tener al menos un indicio de qué, como cristianos, podemos responder, al momento de que alguien quiera imponernos tratar esta fecha tan importante como una fiesta cualquiera y separarla de sus orígenes tal y como lo hizo la Coca Cola, con san Nicolás.

El Adviento, desde la perspectiva católica, es el primer tiempo litúrgico del año eclesial. Es un período de preparación espiritual para celebrar el nacimiento de Jesucristo en Navidad y anticipar su Segunda Venida al final de los tiempos. Dura aproximadamente cuatro semanas, desde el domingo más cercano al 30 de noviembre hasta el 24 de diciembre. “Adviento" quiere decir “venida”. Por tanto, debemos preguntarnos: ¿Quién es el que viene?, y ¿para qué viene?”; “...el cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo” (Juan Pablo II).

El Adviento se caracteriza por la espera vigilante: combina esperanza, oración y reflexión para abrir el corazón a Cristo. Incluye un llamado al arrepentimiento, la conversión interior y el perdón de los pecados, inspirado en figuras como Isaías, Juan Bautista y María. “El Adviento, en cuanto tiempo litúrgico del año eclesial, nos remonta a los comienzos de la Revelación. Y precisamente en los comienzos nos encontramos enseguida con la vinculación fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre (Juan Pablo II).

“El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos recuerda que Dios está presente en la historia para conducirla a su fin último para conducirla a su plenitud, que es el Señor, el Señor Jesucristo. Dios está presente en la historia de la humanidad, es el «Dios con nosotros», Dios no está lejos, siempre está con nosotros, hasta el punto que muchas veces llama a las puertas de nuestro corazón. Dios camina a nuestro lado para sostenernos” (Papa Francisco).

La liturgia usa el color morado, símbolo de penitencia y preparación, y símbolos como la corona de Adviento con cuatro velas que se encienden progresivamente, representando paz, esperanza, alegría y amor. Es un tiempo de alegría moderada, evitando el "aleluya" en algunas misas para enfatizar la vigilancia espiritual.

Por último: “Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (cf. Ap 22, 17). Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: ‘Es preciso que él crezca y que yo disminuya’ (Jn 3, 30)” (CIC n.º 524). En pocas palabras: Como cristianos no podemos dejar que se nos quite el recuerdo de nuestra espera de nuestro Salvador, el Adviento no es una simple fiesta, es un recuerdo de que el propósito principal de esta vida terrenal y limitada es la de prepararnos para la eterna. Dios con nosotros.

Javier Gómez Graterol - Sacerdote y Periodista | Sacerdote y Periodista