Un reciente informe de la OMS deja claro lo que en Bolivia muchos prefieren ignorar: la hoja de coca sigue siendo una puerta abierta al narcotráfico y un problema de salud pública. No basta repetir que es “tradicional” mientras el país vive un libertinaje total en producción, consumo y desvío hacia la cocaína. El acullico masivo, promovido como inocuo, está generando trastornos de salud y alimentando dinámicas sociales dañinas. Y frente a eso, el gobierno no debe actuar con tibieza, lo que equivale a no permitir más coca de la que el país necesita, no tolerar zonas donde no hay control real y tampoco usar el discurso cultural para esquivar responsabilidades. La sociedad también debe asumir lo suyo, pues todavía normaliza el exceso, romantiza la práctica y mira para otro lado ante el avance del narcotráfico. El mensaje de la OMS no admite doble lectura: Bolivia debe ordenar su producción, frenar el descontrol, recuperar la autoridad del Estado y discutir sin excusas el impacto real de la coca en la salud y en la convivencia.