El MAS no iba a marcharse sólo porque tuvo 3% de los votos, ni iba a permitir fácilmente que se destruya todo el andamiaje de corrupción que construyó con tanto esmero en veinte años.
¿Cómo puede el MAS frenar las reformas que el gobierno necesita aplicar para borrar la herencia de corrupción dejada en todas las instituciones del país?
Se necesita distraer la atención del nuevo gobierno, impedir que pueda dedicar el tiempo necesario a su tarea de resucitar al país.
Algunas ideas tiene el masismo para impedir que su derrota electoral se convierta en la muerte definitiva del MAS.
¿Quiénes manejan esta estrategia para evitar que la huella del MAS sea eliminada para siempre?
Hay algunos indicios.
Desde Chapare, el cocalero exige al gobierno de Rodrigo Paz que atienda todas las exigencias del vicepresidente, pero sobre todo que le permita asistir a las reuniones de gabinete.
Algo sabe el cocalero de las aptitudes del vicepresidente, como aquellas que llevaron a su expulsión de la policía, una expulsión con ignominia, porque no puede ser revisada de ninguna manera.
Un memorándum de la policía dice que la expulsión se produjo en junio de 2024, y que se basó en un informe elaborado por la comisión disciplinaria.
En ese informe figuran casos de corrupción cometidos por el actual vicepresidente en Coroico y otros, tan graves, que llevaron a su expulsión de la institución.
El memorándum del 20 de junio de 2024 dice que el oficial es sancionado “con la baja definitiva de la institución policial, sin derecho a reincorporación por la comisión de la falta disciplinaria prevista en el artículo 14 número 9, concordante con el artículo 15, en mérito al artículo 93 de la ley 101 del régimen disciplinario de la Policía Boliviana”.
El memorándum le exigió al oficial expulsado entregar una declaración jurada de bienes y rentas en el plazo de 30 días, lo que el imputado no cumplió.
Por el momento, la bulla que hace el vice está frenando el empeño del gobierno en ir destruyendo el desastre dejado por el partido de los cocaleros y narcos.
Desde oficinas del gobierno y de las empresas estatales, los masistas sonríen porque no los han reemplazado todavía, ni el gobierno nuevo tiene tiempo para hacerlo.
El gobierno no está con el freno de mano puesto, sino con un problema interno que no le deje avanzar.
El vicepresidente actúa como un desquiciado, un psicópata que desde el primer día se propuso desafiar al presidente a competir en reuniones de sus seguidores.
Ahora ha roto la alianza que le une al presidente al anunciar que su partido irá por su cuenta a las elecciones subnacionales fijadas para el 22 de marzo.
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