A propósito del título, afirmación del nuevo Presidente, que el mundo nos sienta y nos mire cómo una Bolivia orgullosa, unida, trabajando para reconstruir un país moderno y con justicia para todos. Pero solo un país que cree en sí mismo puede proyectarse con fuerza hacia el mundo. En ese sentido, debemos fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia, unificando regiones y culturas bajo un mensaje común; incluyendo un escudo, una bandera, una República y una flor. Más de uno, nos divide.
De la potencialidad dispersa al relato unificado
Forjemos una marca país en nuestros corazones y nuestras almas, una historia compartida, un pacto emocional entre el país que somos y el que queremos ser y mostrar. Seamos la promesa y comprometámonos a ser un país que empieza a creer que su mejor tesoro no está escondido, sino esperando ser contado y vivido.
El país siempre ha sido un país de contrastes geográficos, culturales, emocionales; una riqueza cultural y natural que no necesita ser inventada: necesita ser contada. Pero esa diversidad - tan admirada por quienes la descubren - todavía no se traduce en una narrativa global coherente y permanente. Bolivia carece de un “sello”, una marca país que sintetice su identidad y la proyecte al mundo. No existe un símbolo unificador, una marca Bolivia, cuyo objetivo sea posicionar al país como un destino auténtico, sostenible y vibrante, capaz de atraer turismo, inversión y reconocimiento global. “Energía viva en el corazón de Sudamérica”, por ejemplo, buscaría precisamente eso. Bajo ese paraguas, el proyecto plantea valores que reflejan la esencia boliviana: autenticidad, diversidad, energía vital, armonía con la naturaleza y orgullo por lo propio. No se trata de un simple ejercicio de diseño o marketing: es un proyecto de nación.
Lecciones del modelo peruano
Perú logró lo que muchos consideraban imposible: hacer de la gastronomía un vector de identidad nacional y un motor económico. Su marca país no se limitó a mostrar paisajes; apostó por personas, sabores, creatividad y orgullo. Campañas como “Perú, dedicado al mundo”, “Perú, mucho gusto” y ferias como Mistura pusieron al país en el mapa gastronómico global y atrajeron millones de visitantes.
Bolivia puede replicar y adaptar esa fórmula. Su cocina es diversa, ancestral y cada vez más reconocida. Desde los experimentos culinarios de La Paz y Santa Cruz hasta las sopas tradicionales del altiplano o los sabores amazónicos del Beni, la gastronomía boliviana tiene todos los ingredientes para convertirse en una embajadora cultural a través de festivales gastronómicos a nivel nacional, chefs embajadores, rutas culinarias regionales y ferias internacionales con presencia boliviana. De manera similar tenemos mucho que compartir con los nuestros hermosos sitios naturales como el Salar de Uyuni, el parque Noel Kempff, Cal Orcko, Toro Toro, o las riquezas culturales como el Carnaval de Oruro, las Misiones en la Chiquitania, y la Casa de la Moneda, entre otros. Todo esto implica un trabajo conjunto entre el sector público y privado para financiar campañas, capacitar emprendedores turísticos y lanzar productos integrados de “experiencia Bolivia”: recorridos de 3 a 7 días que combinen naturaleza, cultura y sabor.
Ejemplo concreto de “Capitalismo para Todos”
La propuesta enfatiza el turismo sostenible y comunitario como sello diferenciador. El país puede destacar no solo por su belleza, sino por su respeto a la naturaleza y la inclusión de comunidades locales. Iniciativas como hospedajes rurales, experiencias culturales guiadas por pobladores y rutas ecológicas permitirían atraer un turismo responsable, de alto gasto y bajo impacto. El desafío no es menor: equilibrar el crecimiento turístico con la preservación de entornos frágiles como el Salar de Uyuni o el Madidi. Para eso, se propone un sistema de certificación de “rutas sostenibles”, límites de capacidad de carga y formación en hospitalidad y gestión ambiental. Cada visitante debe vivir Bolivia no como un espectáculo, sino como una experiencia auténtica y respetuosa. Esto no solo reposiciona al país como un destino gastronómico y cultural, sino que fortalece la autoestima colectiva.
La era digital y la diplomacia cultural
En el siglo XXI, la marca país se juega tanto en redes sociales como en aeropuertos. Por eso, el plan incluye una estrategia digital agresiva: micro influencers, videos cortos, campañas en Instagram y TikTok, y colaboraciones con embajadas, aerolíneas y medios internacionales. La idea es mostrar un país joven, activo y conectado, lejos de los clichés del folclore pasivo. También se plantea una diplomacia cultural renovada: pabellones de Bolivia en ferias gastronómicas, participación en FITUR o Madrid Fusión, y road shows en mercados estratégicos como Europa, Estados Unidos y Brasil. La gastronomía, la música y el arte servirán como herramientas de promoción transversal.
La estrategia: de la marca al movimiento
La “Marca Bolivia” no se concibe sólo como un logo, sino como un ecosistema articulado. Se plantea una estructura institucional clara, con un Comité de Marca Bolivia integrado por el Ministerio de Culturas y Turismo, Cancillería, cámaras empresariales, representantes indígenas y líderes del sector privado. Este comité sería responsable de coordinar campañas, gestionar alianzas internacionales y garantizar la coherencia visual y narrativa de la marca. La estrategia tendría tres fases principales:
Una oportunidad histórica
Así es. De la misma manera en que ha sido histórico un apoyo político “a cambio de nada”, es también el momento de ejercer un sólido liderazgo de parte del Presidente y Vice-presidente para coordinar voluntades y sostener el esfuerzo en el tiempo, incluyendo autoridades del Congreso, de los gobiernos nacional y subnacionales, y la administración pública. Así como hemos demostrado que podemos desterrar veinte años de un gobierno corrupto, demostremos que Bolivia tiene capacidad para renacer desde su diversidad.