En los últimos días se habló, y aún se habla mucho, del presidente de El Salvador. La posibilidad de su llegada, con motivo de la sucesión presidencial en el país, provocó varios comentarios en las redes sociales.
Bukele no llegará, aunque promete hacerlo posteriormente. Pero, de haber estado presente, seguramente habría opacado a los demás invitados e incluso al mismísimo nuevo presidente, porque el aura que lo rodea es inmensa, su popularidad a nivel mundial acaso comparable con la de cualquier estrella de rock. Pero ¿por qué?
Además de una personalidad magnética y un gran sentido común, aunados a una valentía y decisión para enfrentar los problemas álgidos de su país, Bukele saca de la zona de confort y resignación a una nación que sufrió demasiado en manos de pandilleros y de la corrupción generalizada durante décadas.
Este joven presidente promueve cambios drásticos en su gobierno. Lo más destacable: la construcción de una megacárcel como el CECOT, donde mantiene encerrados a miles y miles de pandilleros sanguinarios que, en su momento, asesinaron, violaron, extorsionaron y mantuvieron aterrorizada a gran parte de la población salvadoreña.
Ahora El Salvador es uno de los países más seguros del planeta, en un logro indiscutible y asombroso que solo es criticado por organismos de derechos humanos que abogan por la delincuencia presa. Esas ONG, no obstante, nunca reclamaron por los derechos de la gente inocente que fue atacada y asesinada por las maras, algo que Bukele no se cansa de echarles en cara.
Y el avance de Nayib Bukele prosigue. Nombra a una militar en su Ministerio de Educación (para horror de muchos) para implantar disciplina, buenos hábitos y formas (como el corte de cabello) en los estudiantes de secundaria.
Prohíbe en escuelas y colegios aquello del “lenguaje de género” (asombrando a los supuestos progresistas).
Impone sanciones drásticas a los choferes imprudentes que, en estado de ebriedad, maten a inocentes en calles y carreteras: 15 años de cárcel y suspensión definitiva de la licencia. Mientras tanto, en nuestra Bolivia, un jovencito sin licencia y sin SOAT se accidenta provocando 17 muertes y es puesto en libertad a pocos días. Hagamos las comparaciones.
El presidente ha advertido a los padres que retiren de los celulares de sus hijas e hijos aquellos juegos como Free Fire y Roblox, que solo dañan la mente de los adolescentes. Y los padres deberán cumplir bajo riesgo de sanciones severas.
Está borrando de El Salvador la discutible costumbre del Halloween por no coincidir con los principios cristianos de la sociedad.
Sancionará a las mujeres que atribuyan hijos a quienes no son los verdaderos padres.
Y su lucha contra la delincuencia continúa. Bukele cree que el Estado es siempre más fuerte que cualquier organización criminal. Cree que no hay gobierno que no pueda eliminar la delincuencia. Cárteles y grupos delincuenciales no pueden controlar regiones de un país; si lo hacen, es porque están inmersos en los gobiernos. Algo de eso conocemos en nuestra patria.
Algunos cambios son muy criticados en aras de una libertad que quizás se entienda de forma diferente en otras latitudes. Pero recordemos que los detalles suman y hacen el todo. Y en ese todo, el presidente salvadoreño quiere un país pacífico, con progreso, con valores cristianos, morales y buenas costumbres. Es lo que todos los presidentes del mundo sueñan, pero muy pocos lo conseguirán si no actúan con decisión y firmeza.
Entretanto, el éxito de Bukele es tal que ya se da por descontada una nueva reelección en 2027, y seguramente será con un porcentaje alto, muy a pesar de detractores y opositores que, acaso, no entienden que este hombre está bendecido por Dios.