La sexualidad, al ser una dimensión esencial del ser humano, abarca no sólo el cuerpo, sino también el espíritu: “Es evidente que uno de los efectos de la pornografía es el pecado. La participación voluntaria en la producción y en la difusión de estos productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal moral. Además, esta producción y difusión no podrían tener lugar si no existiera una demanda. Así, pues, quienes hacen uso de estos productos no sólo se perjudican a sí mismos, sino que también contribuyen a la promoción de un comercio nefasto” (Pontificio Consejo Para las Comunicaciones Sociales. Pornografía y violencia en las comunicaciones sociales: una respuesta pastoral, n.º 11). “Cuando digo que el porno está matando el comportamiento sexual en los Estados Unidos, no es ninguna broma, no estoy exagerando” (Harry Fisch).
Dependencia: El consumo frecuente de pornografía puede llevar a una adicción, la cual puede apartar a la persona de Dios y de relaciones saludables. “La pornografía -como la droga- puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante ("hard core") y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso” (Ídem n.º 14), la búsqueda de un material cada vez más excitante puede llevar a caer, tarde o temprano, en otra clase de prácticas que resultan condenables por la Biblia: exhibicionismo (Gn. 9,21-23), el adulterio (Lv. 18,20, Sir/Eclo 41,22), la bestialidad (Lv. 18,23), la homosexualidad (Lv. 18,22, 20,13 y 1 Corintios 6,9-20), el incesto (Lv. 18, 6-18) y la prostitución (Dt. 23,17-18, Prv, 6,26; 23,27; 29;3; Sir (Eclo) 9,6; 19,2; 1 Cor 6,16).
Desensibilización: Con el tiempo, el consumo de pornografía puede desensibilizar a las personas hacia el pecado y las realidades del amor verdadero. La conducta adictiva asociada al consumo compulsivo de pornografía puede generar desconexión entre lo que la persona desea y lo que realmente disfruta, lo que agrava el malestar emocional y el aislamiento social. Por lo tanto, la pornografía puede contribuir al desarrollo o agravamiento de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, además de afectar negativamente las funciones sociales y sexuales a largo plazo. Atrapa a muchos en un ciclo de culpa y vergüenza, afectando su relación con Dios y la disposición para la oración.
Afecta la vida espiritual: La pornografía es considerada un pecado en la enseñanza católica y puede afectar la relación de una persona con Dios, dificultando su vida de oración y los sacramentos. La Biblia advierte sobre uso indebido del sexo, y condena el sexo prematrimonial (Sirácides/Eclesiástico 7,24) y extramatrimonial (1 Co. 6,13-18; 7,37; 1 Ts. 4,3). Incluso los pensamientos acerca de la inmoralidad sexual que muchas veces salen del consumo del material pornográfico son condenados (Mt. 5,27-28).
Destrucción de la intimidad: La pornografía puede crear expectativas poco realistas sobre las relaciones sexuales, haciendo que las personas se sientan insatisfechas en sus relaciones reales. Cicerón, un autor pagano escribió: “Quien ha faltado una vez al pudor, termina forzosamente siendo un desvergonzado”. “La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas” (CEC 2521).
Pérdida de la dignidad: Puede hacer que las personas traten a otros como objetos, en vez de como seres humanos dignos de respeto y amor. “La pornografía favorece insalubres preocupaciones en los terrenos de la imaginación y el comportamiento. Puede interferir en el desarrollo moral de la persona y en la maduración de las relaciones humanas sanas y adultas, especialmente en el matrimonio y en la familia, que exigen confianza recíproca y actitudes e intenciones de explícita integridad moral” (PCPlCS n.º 15).
Consecuencias sobre el matrimonio: Si una persona casada consume pornografía, puede generar desconfianza y fracturas en la relación con su cónyuge. “La pornografía, además, cuestiona el carácter familiar de la sexualidad humana auténtica. En la medida en que la sexualidad se considere como una búsqueda frenética del placer individual, más que como una expresión perdurable del amor en el matrimonio, la pornografía aparecerá como un factor capaz de minar la vida familiar en su totalidad” PCPlCS n.º 16).
Pérdida de la dignidad: Puede hacer que las personas traten a otros como objetos, en vez de como seres humanos dignos de respeto y amor. La sexualidad mal practicada es raíz de vicios que llegan a provocar diversas enfermedades e incluso propicia frecuentes crímenes pasionales. La pornografía puede llevar a una desconexión con Dios, ya que su consumo está en conflicto con los valores y enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la sexualidad y la dignidad de la persona. Dios con nosotros