Rodrigo Paz, presidente electo en segunda vuelta con los votos “nulos” de Evo Morales, enfrenta, de cara a su gestión de los próximos cinco años, un gran dilema: aceptar la ayuda ofrecida por Estados Unidos o proteger a Evo Morales.
El triunfo de Rodrigo, sin duda, fue impulsado por el “voto duro” de Morales. Fueron cerca de 1.300.000 votos que, en la segunda vuelta, se volcaron a favor del binomio Paz-Lara; número suficiente si añadimos a esa cifra la votación inicial obtenida por el candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC).
A esa votación inicial del PDC también se sumaron los votos de Andrónico y Eduardo del Castillo, quienes jamás, en ninguna circunstancia, se habrían inclinado a favor de Tuto Quiroga. De cualquier forma, el “voto duro” de Morales fue determinante en el resultado final.
Esa implícita “alianza” electoral, ciertamente, debió incluir compromisos mínimos de por medio. Por ejemplo, la protección de Morales frente a los procesos que actualmente afronta. A ello se suman otros potencialmente más graves, como una eventual extradición a EE. UU. por vínculos con cárteles, a partir de las declaraciones de su exdirector de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN), coronel Maximiliano Dávila.
Por otro lado, ese apoyo del “voto duro” de Morales también podría interpretarse, de acuerdo con lo sostenido por el presidente saliente Luis Arce Catacora, como una estrategia política orientada a acortar el mandato de Rodrigo para habilitarse luego, en nuevas elecciones, como candidato, consiguiendo aquello por lo que lucha tenazmente desde 2019.
En la última batalla perdió frente a Arce Catacora, quien tuvo la capacidad de proscribirlo y arrebatarle la sigla. Sin embargo, no logró estabilidad y casi no culmina su mandato, amenazado permanentemente por Morales con brutales bloqueos que exigían su renuncia. En el Congreso, con su bancada, pretendió desestabilizarlo constantemente. En la gestión que concluye, al margen de la economía, Evo Morales fue el principal factor de ingobernabilidad.
Ahora bien, tomando en cuenta estos antecedentes, ¿qué le conviene a Rodrigo Paz? ¿Desestimar la inédita oferta de ayuda de EE. UU. o proteger a Evo Morales?
Si acepta la ayuda, resguardando la soberanía —condición *sine qua non*—, tiene la posibilidad, en el corto plazo, de acceder, en palabras del secretario de Estado Marco Rubio, a “…una oportunidad transformadora para Bolivia”. EE. UU. estaría dispuesto a asociarse con Bolivia para fortalecer su seguridad y prosperidad económica.
Asimismo, tendría el apoyo de nueve países, liderados por la potencia hegemónica, para estabilizar la economía. En un comunicado oficial, estos países se declararon “preparados para apoyar los esfuerzos del gobierno entrante”, comprometiéndose a “trabajar de manera estrecha con Paz Pereira y su Gobierno para avanzar en los objetivos compartidos de seguridad regional y global, prosperidad económica y crecimiento”.
Obviamente, detrás de todos estos ofrecimientos, EE. UU. tiene objetivos políticos: sacar a Bolivia de la órbita de Venezuela, Cuba y Nicaragua. La oportunidad se daría con Rodrigo Paz. Con Evo y el MAS, esa posibilidad estaba vetada.
Este apoyo es, sin duda, para EE. UU., una decisión de carácter geopolítico que también implica la “aniquilación” de Evo Morales. Este debe acabar preso o retirado de la política. La aversión que EE. UU. siente hacia Morales es igual o peor que la que tiene hacia Maduro. Washington pretende, además, consolidar el fin del ciclo masista.
Pues bien, si Rodrigo, para gobernar “tranquilo”, decide proteger a Evo Morales, literalmente se pondría la “soga al cuello”. Sin ayuda económica, no cumpliría con nada de lo que prometió. Sin gasolina, sin diésel, sin dólares y con inflación, no duraría ni hasta el Carnaval de 2026.
De todos modos, protegido o no, Evo Morales, dada su condición de animal político, conspirará desde el primer día, calculando en qué momento convulsionar con marchas y bloqueos para propiciar la caída del Gobierno. El chantaje y las amenazas ya han sido públicas.
Morales tratará de evitar, de cualquier forma y a cualquier costo, la materialización de esta “alianza”, pues podría acabar con overol anaranjado. Para ganar tiempo y tener la posibilidad de cambiar los escenarios, demandó públicamente la realización de un referéndum para consultar si los bolivianos estamos de acuerdo con esa ayuda. Se siente muy amenazado. Vean bien: “sus votos”, los que le dieron el triunfo a Rodrigo Paz, podrían destinarlo a una cárcel en EE. UU.
La decisión final es excluyente y desafía la capacidad de estadista que tendría Rodrigo Paz. No podrá aceptar la ayuda y, al mismo tiempo, proteger a Morales.
En ese aparente dilema, las señales que está dando Rodrigo Paz —al reanudar las relaciones con EE. UU., aceptar su ayuda y anunciar el retorno de la DEA— causan mucho temor y aterrorizan a Evo Morales. Cuidado que luego se arrepienta del destino que le dio a su voto duro. La política siempre es irónica.
En esta delicada y extrema circunstancia, si Rodrigo no acepta la ayuda, la falta de gasolina, diésel, dólares y el incremento de la inflación podrían acortar su mandato antes de que lo haga el propio Morales.
*El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.*