Editorial

Mr. Sam está de vuelta

La súbita disposición de Estados Unidos para acercarse a Bolivia tras el triunfo de Rodrigo Paz no es casualidad ni un gesto aislado de diplomacia. Responde a una estrategia geopolítica...

Editorial | | 2025-10-27 00:11:27

La súbita disposición de Estados Unidos para acercarse a Bolivia tras el triunfo de Rodrigo Paz no es casualidad ni un gesto aislado de diplomacia. Responde a una estrategia geopolítica de gran escala que se despliega en todo el continente, visible no solo en los gestos políticos y económicos, sino también en el impresionante movimiento militar que Washington ha iniciado tanto en el Caribe como en el Pacífico. Quien piense que se trata de una simple maniobra antinarcóticos o de contención a regímenes locales, subestima la magnitud del tablero.

Desde hace más de un mes, Estados Unidos ha movilizado una flota con destructores, aeronaves y tropas en ejercicios coordinados de una amplitud poco vista desde la Guerra Fría. No se trata de “cazar” a narcotraficantes ni de intimidar a un dictador caribeño. Si el objetivo fuera derrocar a Nicolás Maduro, ya lo habrían logrado hace tiempo, sin necesidad de semejante despliegue. La verdadera meta es mucho más ambiciosa: recuperar la hegemonía perdida en América Latina y reinstalar la doctrina Monroe —“América para los americanos”— en una región que en la última década ha sido absorbida, económica y políticamente, por China, Rusia e Irán.

China, sobre todo, se ha convertido en el gran jugador silencioso del continente. Ha invertido en infraestructura, puertos, energía, litio, agricultura, telecomunicaciones y vigilancia digital. Ha financiado gobiernos, condonado deudas y consolidado alianzas estratégicas que han puesto en jaque la influencia tradicional de Washington. América Latina, y Bolivia en particular, se convirtieron en terreno fértil para esa expansión. En Bolivia, el litio y los proyectos de energía limpia han despertado el interés chino, y su presencia se ha extendido mucho más allá de lo económico: hay cooperación tecnológica, diplomática e incluso militar.

La respuesta de Estados Unidos es clara y multifrontal. En el plano militar, demuestra poder de fuego y capacidad de proyección. En el diplomático, reabre canales de diálogo con países antes relegados o tensos, como Bolivia. Y en el económico, vuelve a usar su influencia financiera como instrumento de alineamiento ideológico, como se ve en el apoyo explícito a Javier Milei en Argentina. Ese respaldo no es una simpatía personal o ideológica, sino un mensaje: Estados Unidos está sentado nuevamente en la mesa grande del continente y no piensa cederle el asiento a nadie.

El caso boliviano es emblemático. Apenas proclamado presidente electo, Rodrigo Paz recibió señales claras de acercamiento de Washington. El mensaje es doble: hay urgencia en estabilizar la democracia boliviana, pero también interés en reconfigurar el mapa de alianzas regionales.

En síntesis, Estados Unidos ha decidido volver. No con discursos, sino con barcos, dólares y diplomacia. Su mensaje es inequívoco: el tiempo del repliegue terminó. América Latina vuelve al radar estratégico de Washington, y Bolivia se ubica, una vez más, en el corazón de la disputa por la hegemonía continental.

Estados Unidos ha decidido volver. No con discursos, sino con barcos, dólares y diplomacia. Su mensaje es inequívoco: el tiempo del repliegue terminó. América Latina vuelve al radar estratégico de Washington, y Bolivia se ubica, una vez más, en el corazón de la disputa por la hegemonía continental.