Rodrigo Paz tiene en sus manos la oportunidad más grande que ha tenido un presidente en la historia democrática de Bolivia: la posibilidad de construir el mejor gobierno de todos los tiempos. No es exageración. Lo que acaba de ocurrir con el apoyo total y desinteresado de Jorge “Tuto” Quiroga y su bancada es un hecho político sin precedentes. Por primera vez, un líder opositor decide poner el país por encima de los intereses partidarios, ofreciendo gobernabilidad “a cambio de nada”. Sin cuotas, sin pegas, sin exigencias. Solo con la convicción de que Bolivia necesita estabilidad para salir del abismo en el que fue hundida durante dos décadas de populismo y derroche.
Esa actitud abre una puerta que parecía clausurada. Rodrigo Paz podrá gobernar con mayoría clara, con su bancada y con el apoyo de los legisladores de Libre, lo que le daría los dos tercios en el Congreso. Una mayoría que, en manos equivocadas, sirvió para someter las instituciones, aprobar leyes a medida y destrozar la independencia de poderes. Evo Morales tuvo esa posibilidad durante varios periodos y la desperdició con un ímpetu destructivo.
Hoy la historia ofrece una segunda oportunidad. Si Rodrigo Paz sabe aprovecharla, podrá iniciar un ciclo de reformas profundas: una transformación que devuelva la confianza en la justicia; leyes que promuevan la inversión y eliminen la maraña de permisos y burocracia que asfixian al sector productivo; una descentralización efectiva que devuelva poder a las regiones y a los municipios; y, sobre todo, una nueva ética pública basada en el servicio, no en el privilegio.
El gesto de Tuto Quiroga es un punto de inflexión. Marca el fin del cálculo mezquino y el inicio de una madurez institucional largamente esperada. Su decisión de apoyar sin pedir nada a cambio debería contagiar a todos los actores políticos, incluidos los propios parlamentarios del PDC, que ahora deben demostrar que están a la altura del momento. No se trata de aprovechar los dos tercios para imponer, sino para consensuar y reconstruir un país en ruinas.
Bolivia tiene ante sí una oportunidad de oro para sepultar definitivamente el populismo, para enterrar la herencia maldita del socialismo autoritario que dividió al país y destruyó sus cimientos institucionales. Si se actúa con visión, los dos tercios pueden ser la llave para modernizar el Estado, simplificar la administración, fortalecer la transparencia y garantizar que las leyes estén al servicio del ciudadano, no del poder.
Rodrigo Paz tiene el camino libre. Puede hacer de Bolivia un país moderno, productivo y libre de la mediocridad que nos ha condenado durante décadas. Puede demostrar que la política puede ser decente, que el diálogo es posible, que la grandeza no está en dominar, sino en servir. Esta vez no hay excusas. La historia le ha puesto en las manos una oportunidad irrepetible.
Pero como decimos, es una oportunidad y todo depende de que sea aprovechada, cosa que no siempre sucede en Bolivia.
Que los dos tercios no se conviertan en un cheque en blanco para hacer y deshacer, sino en un mandato moral para recomponer y reconstruir Bolivia. Si se logra, no será solo el mejor gobierno de la historia: será el renacimiento de una nación que, por fin, aprendió de sus errores.