Tribuna

Paz y Lara: probando equilibrio en aguas turbulentas

Paz y Lara: probando equilibrio en aguas turbulentas
Eduardo Leaño - Sociólogo | Sociólogo
| 2025-10-23 00:02:00

La victoria del binomio Rodrigo Paz–Edman Lara parece más el inicio de un experimento político que una continuación de la historia. No hay un recambio generacional clásico ni un mesianismo centrista, sino una mezcla de fatiga, expectativa y cautela. Bolivia ya no confía ciegamente en nadie, pero aún espera milagros administrativos. Los electores no entregaron un cheque en blanco, sino una libreta con saldo mínimo y condiciones.

Retos inmediatos

El primero: gobernar un país fracturado. El nuevo gobierno deberá reconstruir la gobernabilidad en una nación dividida entre el núcleo del MAS, el voto urbano opositor y los que optan por “lo menos conflictivo”. La legitimidad deberá fabricarse con diálogo genuino frente a una ciudadanía escéptica.

El segundo: estabilizar la economía tras la resaca del modelo rentista. Déficit en alza, reservas en declive y desconfianza externa forman un panorama riesgoso. Paz y Lara deberán mantener el equilibrio sin red de seguridad.

El tercero: recomponer la institucionalidad estatal, debilitada por años de clientelismo y judicialización. No bastará con un maquillaje administrativo; será necesario recuperar la confianza en las instituciones y en la justicia.

El cuarto: restablecer la confianza ciudadana, hoy en peligro de extinción. Solo la transparencia real, la meritocracia sin parentescos y el respeto sin reservas a la prensa podrán reanimarla.

En lo político, el estilo tecnocrático y dialogante de Paz deberá complementarse con la conexión popular de Lara, que sintoniza con un electorado joven y urbano. El equilibrio entre ambos será decisivo para evitar que el gobierno naufrague entre la retórica del consenso y las presiones del pragmatismo.

Retos mediatos

Más allá de lo urgente, el gran desafío será redefinir el horizonte del Estado Plurinacional. La Constitución de 2009 sigue siendo reverenciada pero poco aplicada. El nuevo gobierno deberá decidir si administra ese marco sin cambios o si se atreve a reformarlo, actualizando el pacto social sin perder los avances en inclusión.

También deberán modernizar la administración pública, evitando que la burocracia se vuelva un monstruo centralizador. La modernización debe fluir, no ahogar.

En lo social, el desafío será transformar la asistencia en autonomía: convertir la política social en un espacio para sembrar capacidades, empleo y emprendimientos, no solo repartir ayudas.

Y en el frente internacional, consolidar una diplomacia pragmática y soberana que defienda la identidad nacional sin aislarla. Bolivia deberá navegar entre aliados y rivales manteniendo el timón firme.

Todo ello exigirá una reforma moral del Estado: devolver sentido a la gestión pública, credibilidad al discurso y ejemplo al poder. El reto principal será cultural: recuperar la política como servicio, no como botín.

El triunfo de Paz y Lara no garantiza un romance con la opinión pública. Inicia una cohabitación vigilada: redes, movimientos y oposición observarán cada paso con lupa. Los bolivianos ya no votan por fe, sino para fiscalizar.

En este contexto, la comunicación política será tan importante como la gestión. Gobernar bajo escrutinio digital exige coherencia entre mensaje y acción, sin apelar a símbolos vacíos.

El nuevo ciclo llega con una paradoja: los votantes apostaron por un cambio que promete estabilidad. Si Paz y Lara logran demostrar que ambas cosas pueden coexistir, Bolivia podría reencontrar un equilibrio entre institucionalidad y esperanza. Si no, el país volverá al eterno péndulo entre el desencanto y la rabia.

El nuevo gobierno hereda un país cansado, pero no rendido. Tiene la oportunidad de recomponer el tejido político sin confrontación, de renovar la gestión sin vaciarla de sentido y de gobernar recordando que en Bolivia la estabilidad siempre es una pausa entre dos movilizaciones.

Eduardo Leaño - Sociólogo | Sociólogo