Editorial

Retorno al mundo libre y civilizado

Bolivia comienza a despertar de un largo y oscuro letargo diplomático. Tras dos décadas de aislamiento, alineamientos ideológicos y sometimiento a regímenes autoritarios...

Editorial | | 2025-10-23 00:10:00

Bolivia comienza a despertar de un largo y oscuro letargo diplomático. Tras dos décadas de aislamiento, alineamientos ideológicos y sometimiento a regímenes autoritarios, el presidente electo Rodrigo Paz ha dado señales claras de un viraje histórico: la reinserción del país en el mundo libre, democrático y civilizado. Su decisión de no invitar a Nicolás Maduro, Daniel Ortega ni Miguel Díaz-Canel a su toma de posesión marca el inicio de una nueva era: la del respeto, la legalidad y la cooperación genuina.

Paz lo ha expresado con claridad: “Nosotros somos un país democrático”. Esa afirmación, sencilla pero contundente, simboliza la ruptura con una política exterior servil y tóxica que hundió a Bolivia en el descrédito internacional. Durante los gobiernos del MAS, el país fue convertido en satélite de potencias autoritarias —Cuba, Venezuela, Irán, Rusia y China— que ofrecieron poco más que adoctrinamiento, espionaje y una creciente penetración de intereses ajenos a los bolivianos.

El daño fue profundo. La subordinación ideológica provocó la pérdida de credibilidad diplomática, el deterioro de las relaciones con Occidente, el incremento del narcotráfico y la consolidación de redes de corrupción bajo el amparo de la “solidaridad revolucionaria”. Bolivia pasó de ser una democracia en desarrollo a un “Estado forajido”, en el que las instituciones fueron capturadas por operadores extranjeros y el aparato de inteligencia fue puesto al servicio del control político interno.

Desmantelar ese entramado será una tarea urgente. El nuevo gobierno deberá expulsar a los asesores cubanos enquistados en el gobierno, desactivar los sistemas de espionaje político y restablecer la transparencia y el profesionalismo en la Cancillería.

Las primeras señales son alentadoras. Paz ha anunciado el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, decisión que no sólo restituye un vínculo histórico, sino que también abre la puerta a la cooperación en materia de seguridad, comercio y lucha contra el narcotráfico.

El respaldo internacional no se ha hecho esperar. Nueve países —encabezados por Estados Unidos y acompañados por Argentina, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Trinidad y Tobago— han prometido apoyar los esfuerzos de la nueva administración para “estabilizar la economía y abrir Bolivia al mundo”.

En el ámbito interno, la nueva diplomacia debe servir como palanca de desarrollo: atraer inversión, generar empleo y recuperar la confianza en las instituciones. Reinsertarse en el sistema internacional no es un acto simbólico, sino un paso esencial para reconstruir la economía y garantizar la soberanía real, que solo existe cuando un Estado es libre de decidir su destino sin tutelajes ni imposiciones.

El nuevo gobierno tiene la oportunidad histórica de sacar a Bolivia de la órbita de los regímenes autoritarios y conducirla hacia el mundo de la cooperación, el respeto y la civilización.

Terminar con la improvisación, la genuflexión y el dogmatismo es una tarea de Estado. La apertura al mundo libre no solo es un acto de diplomacia: es, sobre todo, un acto de dignidad nacional. Es tiempo de volver a ser parte del mundo libre y civilizado.