
Escena:
Un hospital antiguo. El farol de Florence cuelga del techo, su llama temblorosa lanza destellos amarillos sobre una cama vacía. Frente a él, una figura pálida y risueña, envuelta en harapos biológicos: la Enfermedad.
FAROL: Vaya, si no es mi vieja conocida. Pensé que después de tantas décadas de antibióticos te habías tomado vacaciones.
ENFERMEDAD: Oh, cariño, yo nunca descanso. La humanidad me mantiene ocupadísima. Entre la resistencia bacteriana, la comida chatarra y los antivacunas, tengo trabajo asegurado hasta el fin de los tiempos.
FAROL: Qué conveniente. Florence se rompió el alma enseñando higiene, y tú sigues aquí, respirando ignorancia y tos mal tapada.
ENFERMEDAD: No le quites mérito a tu adorada dueña. Ella me hizo más sofisticada. Antes bastaba con un trapo sucio para que yo triunfara, ahora me disfruto los retos, hospitales llenos de tecnología y, aun así, yo encuentro el hueco. Soy la reina de los descuidos.
FAROL: Sí, los humanos tienen ese talento. Lavan sus manos para las selfies, no para las cirugías. Florence los educó, pero no los curó de su estupidez.
ENFERMEDAD: Qué ingrato suena eso, viniendo de ti, una lámpara que se creyó símbolo de esperanza. ¿Dónde está tu fe en la humanidad?
FAROL: Se me apagó después de la tercera pandemia. La esperanza no ilumina mucho cuando la gente prefiere cadenas de WhatsApp antes que ciencia.
ENFERMEDAD: Ay, no seas tan duro. Yo también evoluciono gracias a ellos. Somos una pareja perfecta, su descuido, mi oportunidad, es casi romántico.
FAROL: Romántico fue cuando Florence desinfectó los hospitales y tú tuviste que esconderte en los rincones. Desde entonces te odio con estilo.
ENFERMEDAD: Y yo te adoro con ironía. Sin mí, tu luz no tendría propósito.
FAROL: Touché. Pero no olvides quién escribe la historia. Florence murió de causas naturales, no de ti. Murió vieja, tranquila y en paz. Tú, en cambio, morirás cuando la inteligencia humana se digne a despertar… si eso alguna vez ocurre.
ENFERMEDAD: Entonces tengo eternidad garantizada.
FAROL: (Su llama parpadea) Tal vez. Pero mientras exista una enfermera con manos limpias y mirada firme, siempre habrá un farol encendido para fastidiarte la fiesta.
ENFERMEDAD: (Sonríe) Nos vemos en el próximo turno. Los humanos nunca fallan.
FAROL: Y yo tampoco. Me mantengo encendido para recordárselos.
(La llama tiembla, la Enfermedad se disuelve en aire viciado, y el farol sigue brillando, cansado pero obstinado, como si aún esperara que la humanidad aprendiera la lección.)
El que ausculta palabras, donde no llega el bisturí va la letra…