Tribuna

Cojudignos y borregos en segundas vueltas

Cojudignos y borregos en segundas vueltas
Oscar Antezana Malpartida | Columnista
| 2025-10-09 00:26:45

En todas las democracias, o por lo menos donde hay elecciones y la gente acude a votar, siempre hay un “electArado”. Es un término subjetivo: es aquel electorado que vota, supuestamente, mal. Es decir, cada persona podría juzgar como electArado a quienes votaron por el candidato por el que esa persona no votó. Ahora bien, en los países donde hay segundas vueltas en elecciones presidenciales, la composición de ese electArado es más visible y, en gran parte, se clasifica en dos: los “cojudignos” y los borregos.

Los primeros generalmente están informados y tienen un cierto nivel de educación formal; son profesionales, trabajan independientemente o son funcionarios públicos de cierto nivel, o pueden ser empresarios, desde pequeños hasta grandes. Es más, pueden ser líderes políticos y líderes de opinión. No se descartan otros segmentos poblacionales, por supuesto. Estas personas seguramente saben qué le conviene a su país porque han leído o escuchado los planes de gobierno de los dos candidatos de segunda vuelta, los conocen más porque han continuado haciendo campaña, y puede que haya habido más debates o entrevistas donde se han revelado más sus fortalezas y debilidades. Esas personas que, sabiendo que hay un candidato claramente más capaz para asumir la Presidencia y que le conviene al país, pero votan por el otro, son cojudignos. ¿Por qué? Porque a esas personas les falta hidalguía para reconocer que ha habido y hay un candidato más capaz que ellos o que su candidato por el que votó en la primera vuelta no fue favorecido. Por lo tanto, actúan por dignidad disfrazada de excusas pobres e infantiles como: “hay que respetar los resultados de la primera vuelta”, “las grandes mayorías ya eligieron en la primera vuelta” o “hay que apoyar al ganador de la primera vuelta para empezar a dar soluciones…”. No solamente deslegitiman la segunda vuelta, que es totalmente constitucional, sino que hacen creer que avanzando inmediatamente hay más posibilidades de solucionar la bancarrota del país. No es cosa de avanzar, es cosa de avanzar bien, porque Bolivia no se puede dar el lujo de continuar cometiendo “horrores” ya que no hay con qué pagar esos errores, excepto con una falta de gobernabilidad que llevaría al país por el despeñadero y, posiblemente, a un golpe de Estado, una dictadura o la “venezolanización” de Bolivia. Es más, ya no se tolerarían nuevas elecciones. ¿Todo por su “dignidad”? La otra posibilidad, no necesariamente excluyente, es porque saben que van a obtener beneficios (ej.: prebendas, empleos), van a recibir protección (ej.: eliminar juicios o no iniciarlos a pesar de indicios/evidencias claras), creen que podrían ser asignados a un ministerio/viceministerio, un cargo alto en la función pública o apoyo político, y/o esperan que sus empresas productivas, de servicios o de medios comunicacionales sean contratadas. Hay otros que no quieren expresarse, pero son tan mezquinos como los primeros. Para esa gente, Bolivia no es la prioridad; esa gente no es patriota; esa gente traiciona de manera subliminal a Bolivia. Si no es por Bolivia, por lo menos que lo hagan por sus hijos y nietos.

Ahora, los borregos, también conocidos como ovejas, son animales dóciles y gregarios, que forman rebaños, siguen a un líder y huyen ante cualquier peligro o amenaza. Pero los borregos que engendra hoy la humanidad son un fenómeno aparte, signo evidente del despeñadero hacia donde evoluciona el Homo sapiens. Borregos hubo en las tribus más primitivas, en las más grandes religiones y en los imperios más poderosos. Hay borregos flojos y aprovechadores que solo quieren que haya abundante pasto sin importarles las consecuencias. Hay borregos que solamente han visto y escuchado a un líder, no conocen otra cosa y, por tanto, lo creen un dios. Hay borregos inofensivos, esos que van a votar porque de algo esperan beneficiarse (nacionalizar los autos chutos). Borregos que siguen a ciegas bloqueos y manifestaciones sin siquiera saber por qué causa. O los borregos que, indignados, balan en bucle “justicia para todos”. Hay borregos modernos, pero igual de sonsos, que se nutren de redes sociales sin dar fe de la fuente y se creen todo, o casi todo, por no saber discernir y escuchan al que más alza la voz o se hace el valiente y audaz.

Estos borregos son llevados al redil de la política por unos pocos perros ovejeros bravucones con agenda propia. Estos perros creen que cuanto más fuerte vociferan, mejor si es con improperios, son líderes fuertes y honestos. Hay perros ovejeros que viven en el país, en republiquetas o fuera de Bolivia que manipulan a sus pares locales cual títeres de guante y de hilos. Perros ovejeros a los que no les importa tener un rebaño en orden, sino acarrear masas con miedo, insultos y mentiras. Borregos que se atoran al culpar al imperialismo, la derecha, a los que se esfuerzan, trabajan y tienen más recursos, porque son ineptos, flojos, corruptos y por los fracasos de la izquierda.

Los cojudignos entienden la situación; algunos de los borregos sí, otros tal vez no. Lo que no podemos permitir es repetir errores, no podemos extender cinco años más la bancarrota moral y económica. Si lo hacemos, lo que queda de democracia y libertad se habrá agotado.

Oscar Antezana Malpartida | Columnista