Tribuna

Hablemos sobre los celos (parte 2)

Hablemos sobre los celos (parte 2)
Javier Gómez Graterol - Religioso y periodista | Religioso y periodista
| 2025-10-04 08:27:08

"Los celos, ese dragón que mata al amor

bajo la pretensión de mantenerlo vivo"

Havelock Ellis

La Biblia describe los celos humanos principalmente como una postura negativa del corazón, ligada al descontento, el orgullo, la envidia y la falta de confianza en Dios. Se consideran un pecado que provoca confusión, división y daños tanto en quien los siente como en otros. Por ejemplo, Santiago 3:14-16 advierte que los celos amargos y el egoísmo son dañinos y se agrupan con obras de la carne como el odio y la violencia.

Génesis 4,5-8 nos narra el primer caso de celos que llevó a Caín a asesinar a su hermano Abel. Como señaló Miguel de Cervantes: "La rabia de los celos es tan fuerte que fuerza a hacer cualquier desatino". Además, Proverbios 14,30 señala que la envidia es como podredumbre para el cuerpo, y 1 Corintios 13,4 afirma que el amor verdadero "no tiene envidia" ni celos.

Los libros de Eclesiástico y Proverbios nos hablan de los celos como algo que puede inducirnos al pecado:

Eclesiástico 9,1 nos advierte sobre los celos “tóxicos”: “No tengas celos de tu propia mujer, para no enseñarle a hacerte mal”.

Proverbios 6,32-35: El que comete adulterio es un mentecato; es un suicida. Encontrará golpes y deshonra, y su vergüenza no se borrará. Porque los celos enfurecen al marido, y no tendrá piedad el día de la venganza. No hará caso de compensación alguna; aunque prodigues regalos, no aceptará.

"El amor es fuerte como la muerte; los celos son crueles como la tumba" (Cantar de los Cantares 8,6).

La Biblia, al referirse a Dios como un Dios celoso, lo hace en un sentido santo, como una fidelidad y devoción exclusiva hacia su pueblo. Esta es una cualidad diferente a los celos humanos, que son propios de nuestra imperfección (Éxodo 34,14; Deuteronomio 4,24). Los celos humanos nacen del egoísmo y la insatisfacción con lo que Dios ha provisto, y la Palabra aconseja cultivar amor, gratitud y confianza en Dios para superarlos, en lugar de dejarse dominar por ellos.

La Distinción Bíblica: Celos Humanos vs. Celo Piadoso

La Biblia distingue los celos humanos de los celos piadosos (o celo santo) según su origen, motivación y resultado.

Celos Humanos (de inclinación natural a lo negativo): Implican envidia, suspicacia sin justificación, sospecha, resentimiento o deseo de poseer lo que otros tienen. Son producto del egoísmo y la insatisfacción, y suelen causar discordia y pecado (1 Corintios 3,3; Gálatas 5,26). Pablo enseña que el amor piadoso no es celoso de manera indebida, sino que confía, espera y actúa para el bien de los demás (1 Corintios 13,4-7).

Celo Piadoso (Positivo): Es un ardor positivo que se manifiesta como una devoción exclusiva a Dios, un amor apasionado y una protección firme contra lo que pueda dañar esa relación sagrada. Este celo refleja la manera en que Dios mismo es celoso por su pueblo y su santo nombre (Éxodo 34,14, Deuteronomio 4,24). El celo piadoso motiva a defender la verdad, la pureza espiritual y la justicia, sin egoísmo ni envidia.

La diferencia clave en cómo se presentan los celos en la Biblia está en la motivación: los celos humanos surgen del egoísmo y la inseguridad, buscan la propia satisfacción y provocan daño; el celo piadoso surge del amor puro, busca proteger lo valioso espiritualmente y produce frutos buenos para Dios y la comunidad

“El antídoto para los celos y la envidia es la alegría por el bien ajeno y el enfoque en la propia santidad” (San Josemaría Escrivá de Balaguer). Dios con nosotros.

Javier Gómez Graterol - Religioso y periodista | Religioso y periodista