Recuerdos del Presente

América Latina atrapada en la trampa de los recursos

América Latina atrapada en la trampa de los recursos
José Luis Sampietro Saquicela - Latinoamérica21 | Columnista
| 2025-10-02 02:04:00

América Latina sigue presa de un modelo económico dependiente de la exportación de productos primarios. Mientras China, Estados Unidos y la Unión Europea basan su desarrollo en manufacturas de alto valor, innovación y servicios, nuestra región continúa vendiendo petróleo, cobre, soya, café y minerales. Más de la mitad de las exportaciones son materias primas con escasa transformación. Hay excepciones, como México en el sector automotriz o Brasil en aeronáutica, pero el patrón general es claro: vivimos de lo que la tierra da, no de lo que construyen nuestras universidades y centros de innovación.

Este rezago obedece a un sistema educativo que no responde al siglo XXI, a la baja inversión pública y a una visión de desarrollo que nunca priorizó el conocimiento. Según la UNESCO, la región invierte en promedio 4,3 % del PIB en educación, por debajo del 6 % recomendado. Haití apenas llega al 1,2 %, mientras Bolivia se acerca al 8 %, pero con graves problemas de calidad. El resultado: un tercio de los adolescentes no concluye la secundaria y entre los más pobres la deserción es aún mayor. La educación sigue siendo un privilegio, no un derecho efectivo.

Un continente que educa mal y no conecta universidades con industrias está condenado a ser proveedor de materias primas. Por ello la productividad laboral está estancada, el 70 % de la fuerza laboral trabaja en la informalidad y el empleo formal es escaso. Según el Banco Mundial, casi el 30 % de las empresas no crece por falta de personal calificado. El sistema nunca entendió que el capital humano es la clave para competir en un mundo donde manda la innovación.

A esto se suma la fuga de cerebros. Los profesionales mejor formados emigran por falta de oportunidades. Estados Unidos, Europa y ahora China reciben científicos, ingenieros y médicos latinoamericanos. Venezuela es el caso extremo: más de la mitad de sus migrantes tiene estudios universitarios o de posgrado, lo que dejó hospitales sin médicos, universidades sin docentes y empresas sin ingenieros. Pero lo mismo ocurre en Argentina, Perú o Colombia, donde más del 10 % de los profesionales emigra. Exportamos petróleo y cobre, pero también talento.

La combinación de mala educación, fuga de cerebros y baja inversión en investigación impacta directamente en el empleo y en la pobreza. Incluso en épocas de bonanza, los trabajos creados en sectores extractivos o agrícolas son precarios, mal pagados y sin proyección. Al no diversificar hacia industrias complejas, millones de trabajadores quedan atrapados en actividades de bajo valor.

Mientras América Latina envía barcos de soya, hierro o petróleo crudo, China exporta más del 90 % en manufacturas como electrónica, maquinaria o productos químicos. La Unión Europea supera el 70 % en manufacturas de alto valor, y Estados Unidos se ha consolidado como exportador de servicios tecnológicos y financieros. La dependencia de materias primas no solo empobrece, sino que nos hace vulnerables: somos rehenes de ciclos de precios que no controlamos. Quienes apuestan por la innovación, en cambio, generan resiliencia.

¿Es posible romper el ciclo? Sí, pero requiere tiempo y voluntad. Transformar la estructura productiva con base en educación e innovación exige al menos una década de inversión sostenida. América Latina debería elevar su gasto educativo al 6 % del PIB, mejorar la calidad docente, reducir la deserción y vincular universidad y empresa. En investigación y desarrollo apenas invertimos 0,7 % del PIB, frente al 2,4 % de la OCDE.

También es necesario frenar la fuga de talento y crear condiciones para el retorno. No basta con formar profesionales: hay que ofrecerles oportunidades para investigar, emprender y liderar industrias aquí. Algunos países del Este de Europa lo lograron con entornos competitivos, infraestructura y apoyo al emprendimiento. América Latina puede aprender de esas experiencias.

Invertir en educación, ciencia y tecnología no es un lujo, es una urgencia. Los resultados no serán inmediatos, pero un compromiso generacional podría cambiar el destino regional. No faltan talento ni recursos, sino visión. Mientras no entendamos que una patente vale más que una tonelada de litio, que un software genera más riqueza que el cobre y que un centro de innovación supera a un campo de soya, seguiremos anclados al pasado. La historia no se transforma sola: se cambia con decisión política. Solo así dejaremos de exportar materias primas y cerebros, para ser finalmente exportadores de conocimiento.

*José Luis Sampietro Saquicela es PhD en Automática y Robótica. Ha investigado en universidades de Francia, España y Ecuador sobre energía, tecnología y desarrollo, con énfasis en economía social, transformación industrial y evolución educativa

José Luis Sampietro Saquicela - Latinoamérica21 | Columnista