“Violencia buena” y “violencia mala”

Hoy todos parecen sorprendidos ante el avance de la anarcotiranía, esa lógica perversa que justifica la violencia de unos mientras condena la defensa de otros. El asesinato de una joven ucraniana Carolina del Norte, expone lo que algunos pretenden vender como “progresismo”: tolerar la barbarie de ciertos grupos (en este caso del asesino), en nombre de la compasión, mientras se castiga con dureza a quienes intentan resistir. Se ha invertido el sentido moral: la violencia “correcta” es aceptada, incluso celebrada, mientras que la reacción legítima frente a ella es criminalizada. Pero no hay nada novedoso en esto. Es tan antiguo como la humanidad: justificar la agresión propia y demonizar la del contrario. Es primitivo, salvaje, anticivilizatorio. Desde la Antigüedad, democracia y civilización han buscado limitar ese instinto tribal que confunde fuerza con justicia. Hoy, en cambio, se pretende imponerlo como si fuera un avance cultural. No lo es. Es el mismo autoritarismo de siempre, disfrazado de sensibilidad social. Una sociedad que renuncia a distinguir entre violencia justa e injusta está condenada a retroceder siglos en el camino de la civilización.