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Bolivia: 20 años después, el país del mañana… (que nunca llega)

Bolivia: 20 años después, el país del mañana… (que nunca llega)
Alberto De Oliva Maya | Columnista
| 2025-09-23 00:10:26

Compartiendo e intercambiando opiniones con personas amigas en círculos diferentes, escuché observaciones tan interesantes como lapidarias sobre el caos político que atravesamos. Más allá de la crisis que todos saben que llegará en noviembre —porque aquí las catástrofes no se predicen, se agendan—, lo que salta a la vista es el miedo generalizado a que Lara se vista de poder.

Sí, Lara, ese fenómeno inédito en un binomio presidencial: el vicepresidente que amenaza y arrincona a su propio candidato, con su lengua venenosa y su falta de filtro, dejando al descubierto que, si Rodrigo Paz no puede poner orden en su propia casa, mucho menos lo hará gobernando un país que pide firmeza y actitud, no tartamudeos ni excusas.

En resumidas cuentas, lo que escuché —y que me hizo reflexionar— fue el eco de la historia política boliviana de los últimos 30 años: personajes que se presentan como salvadores, pero que al final solo confirman la regla de oro de nuestra política criolla: aquí nadie llega para servir, todos llegan para servirse.

En Bolivia, los últimos 20 años de política han sido una tragicomedia de proporciones épicas, con personajes que cambian de máscara según la ocasión. Aquí no hay héroes ni villanos, sino actores de reparto que recitan discursos de “cambio” mientras negocian tras bambalinas con los mismos de siempre.

Rodrigo Paz es el mejor ejemplo de cómo en política el término “opositor oficialista”, tal cual fue el desliz que tuvo con Fernando del Rincón, se traduce como “aspirante en lista de espera”.

Durante dos décadas fue crítico del MAS, vociferó contra Evo Morales y se vendió como el eterno opositor que representaba la decencia. Pero ahora, en su candidatura presidencial, resulta que Evo no era tan malo, que el MAS tenía “virtudes rescatables”, y que, claro, los votos de ese electorado son más dulces que la dignidad. En otras palabras: la coherencia quedó sepultada en el mismo cementerio donde reposan las promesas de transparencia.

Su nivel de hipocresía ya roza el *stand-up* político: ahora resulta que, si algún día a Evo se lo juzga, también habría que sentar a Tuto en el banquillo… ¿La razón? Haberle alcanzado el Uber aéreo con matrícula mexicana para su escapadita de 2019.

La ironía es simple: Paz pasó de ser “el látigo del MAS” a convertirse en su “primo incómodo”, dispuesto a compartir mesa con el corrupto y pedófilo que antes juraba combatir. Un político reciclado en su máxima expresión.

Por el otro lado, también creen que Tuto Quiroga, con tal de no perder vigencia, es capaz de recitar un discurso liberal en la mañana, uno conservador en la tarde y uno populista en la noche.

La mayoría de quienes opinan coinciden en que el expresidente, en su vida política, siempre estuvo más preocupado en pulir frases bonitas para impresionar a los medios internacionales que en dejar una huella real en el país.

Eso sí, dentro de esta galería de contradicciones, Tuto es el que al menos sabe leer, escribir y articular ideas completas, lo que ya lo hace más “apto” en comparación con el resto de la fauna política. Pero de ahí a pensar que cambiará el rumbo del país… es como esperar que la selección boliviana gane un Mundial: posible en la teoría, inexistente en la práctica.

Y lo que a todos se les llena la boca es el apellido Lara, ese paco ilustrado que aparece para completar el menú. Coinciden en que este personaje intenta disfrazar de visión política lo que en realidad es verborragia policial.

Su escuela fue la institución más corrupta del Estado: la Policía. Y ahí surge la pregunta: ¿qué se puede esperar de alguien que aprendió a mandar gritos y garrotazos, pero jamás entendió lo que significa institucionalidad democrática? Lara es populismo en estado puro… sin ideas, sin argumentos, pero con una capacidad infinita para generar resentimiento y encender a la tribuna. El típico peligro envuelto en uniforme verde oliva, reciclado en guayabera y cartera al pecho.

Y cuando se opina del comportamiento de la clase media y empresarial, que siempre está buscando al “menos peor”, coinciden en que estos se mueven entre el pragmatismo y la desesperación, preguntándose a qué caballo apostar en esta carrera de burros.

Unos temen al populismo descarado, otros se acomodan con tal de seguir asegurando sus privilegios. Todos buscan “respuestas convenientes” que, como siempre, se resumirán en: ¿quién me asegura contratos, estabilidad o impunidad?

En pocas palabras, para el buen entendedor, seguimos con la misma mierda de siempre, por más que duela admitirlo. Veinte años después, el panorama político boliviano se parece a un déjà vu: los mismos actores, las mismas traiciones, las mismas promesas recicladas y, claro, la misma mediocridad. Nos venden la ilusión de que somos “el país del mañana”, cuando en realidad seguimos atrapados en un eterno presente de improvisación, corrupción y cinismo.

Bolivia no cambia porque no quiere cambiar. Porque cada elección es solo la excusa para elegir a qué versión de la misma porquería queremos acostumbrarnos: la “educada”, la “reciclada” o la “paco-verborrágica”.

Bienvenidos a la república del eterno ensayo, donde el futuro siempre empieza mañana… pero nunca llega. O sea, la política boliviana no cambia: Paz se acomoda, Tuto recita, Lara amenaza, y nosotros seguimos en la eterna espera del “país del mañana”.

No lo digo yo… coincidentemente, lo dicen los demás.

¿Quieres que también lo ajuste al formato de **columna de opinión periodística** (con entradilla más breve y contundente, y párrafos más cortos), o prefieres que quede con este estilo más narrativo?

Alberto De Oliva Maya | Columnista