El Cerro Rico de Potosí es uno de los mayores símbolos de Bolivia: está en el escudo nacional, representa orgullo e identidad, pero también ha sido usado como excusa para la victimización. Se repite hasta el cansancio que los españoles se llevaron nuestra plata y nos dejaron pobres. Sin embargo, el verdadero saqueo ocurre hoy, en pleno siglo XXI, cuando seguimos perforando la montaña sin control y sacrificando vidas a cambio de migajas. Solo este año murieron cerca de 100 mineros, la mayoría jóvenes, en condiciones que rozan la esclavitud moderna. Existen sentencias constitucionales que prohíben la explotación por encima de la cota 4.400, pero son ignoradas. Autoridades, cooperativas y el propio Gobierno se lavan las manos, mientras la cúspide del cerro está a punto de colapsar. Es hipócrita culpar al pasado cuando somos incapaces de cuidar nuestro patrimonio en el presente. El Súmaj Orko no se derrumba por lo que hicieron los conquistadores hace siglos, sino por la corrupción, la codicia y la indiferencia actuales. La historia ya nos condenó una vez; si no reaccionamos, esta vez la culpa será únicamente nuestra.