En política existen momentos que marcan la diferencia entre un candidato serio y uno que no logra dar la talla. Rodrigo Paz enfrentó uno de esos instantes en una reciente entrevista con Fernando del Rincón, en CNN. En medio de las persistentes sospechas de que él y su acompañante, Edman Lara, representan una continuidad del MAS, se le preguntó directamente por su política antidroga. Era la oportunidad perfecta para tomar distancia, mostrar firmeza y disipar cualquier sombra de duda. Sin embargo, Paz prefirió eludir la pregunta y, con un gesto casi infantil, mostró una caja de café boliviano como “alternativa” a los cultivos de coca. El recurso, más que ingenioso, resultó pobre y evasivo. No se puede enfrentar al narcotráfico con símbolos vacíos cuando el país exige respuestas claras. Peor aún fue su ambigüedad respecto al retorno de la DEA. Un candidato que titubea en temas cruciales transmite desconfianza. Bolivia ya no quiere complicidades ni discursos decorativos. La única alternativa real es un gobierno que rompa con la permisividad con el narcotráfico. Rodrigo Paz tuvo la ocasión de demostrarlo, pero la desperdició.