Todos los pronósticos de los especialistas sobre la crisis energética en Bolivia se están cumpliendo de la peor manera. Primero fue la escasez de diésel, que golpea al transporte y a la producción, y ahora se suma la crisis del GLP, que afecta directamente a los hogares y a la economía familiar. El informe de la Cámara Departamental de Distribuidores de GLP confirma que la falta de reposición de garrafas y la incapacidad de YPFB en su mantenimiento han llevado a Santa Cruz al borde del colapso en la distribución de este insumo vital, del que depende el 65% de la población. Lo más grave es que este tema no forma parte de la agenda de la campaña electoral. El país que aparece en los discursos y en las pugnas entre candidatos es el de la confrontación, populismo y ambiciones personales, mientras los problemas reales de la gente quedan relegados. El 19 de octubre los bolivianos irán a votar, pero lo harán sumidos en un clima de carencias energéticas que amenaza con agravarse si no se toman medidas urgentes.