Editorial

Heridas abiertas

Una de las heridas más dolorosas que ha dejado la dictadura masista ha sido el llamado caso terrorismo, ese montaje judicial y mediático que marcó una época de persecución y violencia...

Editorial | | 2025-09-17 06:45:58

Una de las heridas más dolorosas que ha dejado la dictadura masista ha sido el llamado caso terrorismo, ese montaje judicial y mediático que marcó una época de persecución y violencia orquestada desde el poder. Fue Evo Morales quien inventó una narrativa de separatismo y magnicidio para justificar la represión contra toda una región. Aquel episodio, que comenzó con la masacre del Hotel Las Américas en abril de 2009, dejó una herida que hoy vuelve a sangrar cuando se la manipula con fines políticos.

El reciente discurso del candidato a la vicepresidencia por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Edman Lara, reaviva esas heridas. Al insistir en tildar a la “Media Luna” y, en particular, a Santa Cruz de ser responsable de un supuesto separatismo, remueve un dolor que el pueblo boliviano aún no ha superado. No es casual: la estrategia apunta a dividir, a resucitar el discurso de odio que tanto daño causó y que terminó hundiendo al MAS en el descrédito más absoluto.

El caso terrorismo fue la expresión más descarnada de la manipulación de la justicia. Jueces a sueldo, fiscales alineados al poder, militares y policías desplegados para fabricar pruebas, violaciones flagrantes al debido proceso y a los derechos humanos. Cientos de personas inocentes pasaron más de una década en cárceles o en el exilio, acusadas sin fundamento. Todo ese andamiaje fue sostenido por un aparato estatal dispuesto a arrasar con las leyes y la Constitución para proteger el relato de Morales.

La masacre del Hotel Las Américas quedó marcada como uno de los episodios más oscuros de la historia reciente. A la par de la violencia física, se desató una persecución política y mediática que buscaba criminalizar a líderes cívicos, empresarios y ciudadanos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija. Se pretendió presentar a la región como un foco separatista, cuando en realidad lo que se estaba consolidando era un movimiento democrático que exigía respeto a sus derechos y autonomía.

Los organismos internacionales han exigido al Estado boliviano reparar a las víctimas de este oprobio. Sin embargo, hasta hoy, la justicia no ha hecho su trabajo. Nadie ha respondido por la masacre ordenada desde el palacio presidencial, nadie ha rendido cuentas por la persecución y el abuso de poder. Las heridas siguen abiertas, porque cuando no hay justicia, no hay reconciliación posible.

Por eso resulta inadmisible que un candidato como Lara busque rédito electoral agitando nuevamente esas heridas. Acusar a los cruceños de separatistas no solo es una mentira comprobada por la historia, sino también una canallada política. Es encender otra vez el fuego del resentimiento, dividir al país entre “traidores” y “patriotas”, reactivar un discurso de odio que lo único que garantiza es más polarización y más violencia.

Bolivia necesita memoria para que nunca más se repita un montaje como el caso terrorismo. Memoria para exigir justicia, reparación y verdad. Pero, sobre todo, memoria para sanar, no para destruir. Un liderazgo responsable debería apostar por la reconciliación, por cerrar esas heridas con justicia y verdad, no por profundizarlas con acusaciones infundadas.

Las heridas abiertas del caso terrorismo son un recordatorio de la perversidad a la que puede llegar un gobierno cuando convierte a la justicia en un arma de persecución. Y cada vez que un político decide explotarlas para ganar votos, lo único que hace es prolongar el dolor y alejar al país del camino de la unidad.