El cierre del cómputo nacional de las elecciones generales marca no solo el fin de una etapa, sino también la recuperación de la confianza en el Tribunal Supremo Electoral (TSE). El organismo cumplió su promesa de brindar resultados preliminares la misma noche del 17 de agosto y, menos de una semana después, concluyó el conteo oficial notable transparencia. Este hecho rompe con el pasado reciente, donde la opacidad y la manipulación empañaron procesos similares, especialmente bajo la sombra del MAS, reducido hoy a su mínima expresión con apenas un 3,19% de respaldo. El resultado confirma el triunfo de Rodrigo Paz y la entrada de Jorge Quiroga en la segunda vuelta. Más allá de los nombres, lo central es que la credibilidad del sistema electoral ha quedado fortalecida. Si se mantiene esta línea, la segunda vuelta prevista para el 19 de octubre debería transcurrir sin sobresaltos y brindar al país un ganador legítimo, reconocido por todos. En tiempos de desconfianza, el TSE ha dado una lección: la democracia sólo florece cuando se combina eficiencia buena fe.