Encomienda tus obras al Señor, y se realizarán tus proyectos. (Proverbios 16,3)
El día del Bicentenario apareció una nota en El Día sobre un “trágico accidente de tránsito” que sucedió en el cuarto anillo y la Radial 13 en el anterior Día del Señor, “dejando como saldo la muerte instantánea de un conductor luego de que su vehículo cayera a un canal de drenaje”. https://eldia.com.bo/2025-08-04/santa-cruz/conductor-muere-tras-caer-con-su-vehiculo-a-un-canal-de-drenaje-en-santa-cruz.html
Lo que me llamó la atención fueron los íconos colocados en el parabrisas del auto. Al lado del pasajero había un rosario con la Virgen María en el centro; al otro, una cruz. Ambas imágenes eran tan grandes que podían obstaculizar la visibilidad del conductor.
Según la nota en El Día: “Testigos relataron que el hombre circulaba a gran velocidad a bordo de un vehículo de color azul”. No sé si estas imágenes imprudentes contribuyeron al accidente, pero queda claro que no sirvieron para evitarlo. Puede ser que el auto fuera robado o que el conductor estuviera borracho; no hubo más información.
Con frecuencia los devotos nos piden bendecir sus autos nuevos, y con gusto lo hacemos. Ojalá no sea un negocio del padrecito, sino un auténtico ministerio. Yo siempre les recuerdo a los chóferes que la bendición no exime de la obligación de conducir responsablemente; más bien, la exige.
Bendición es éxito. “Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla»” (Gn 1,28). Dios quiere nuestro éxito porque es el éxito de su propio proyecto.
Lamentablemente, algunos buscan la bendición para hacer un show, especialmente en obras públicas ante nuestro pueblo religioso. Es una forma de tomar el nombre de Dios en falso. Y es peligroso, porque Dios no es opa.
“Pide al Señor que bendiga todos tus planes y proyectos”. Es una paráfrasis del consejo de Proverbios 16,3. Aunque Dios Padre «hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45), ayuda pedir su bendición, porque esta súplica es el inicio de la humildad, por la cual nos damos cuenta de que Dios es Dios y nosotros no. Dado que no soy Dios, sino un querido hijo de Dios, necesito la bendición de Dios para el éxito de mi vida.
Y también necesito su guía. «Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos» (Sal 25,4).
Siempre existe la tentación de querer convertirse en un dios, como Adán y Eva. Esto siempre fracasa. Se queda uno avergonzado, tontamente intentando esconderse de Dios. Delante del Señor todos somos desnudos. Siempre.
Cuando un conductor —con el poder y la fuerza que le otorga su movilidad— se olvida de que es hijo de Dios y conduce como si fuera un dios, ignora las reglas del camino, las leyes del tránsito y las vidas que están en juego, incluso la propia. Entonces, ojalá caiga en un canal de drenaje antes de que mate a un niño.
Esto vale de igual forma si estamos conduciendo una familia, un negocio o un pueblo.
«Si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo» (Mt 15,14). De repente caerán en un pozo ciego.
No tiene por qué ser así. «Sabemos, pues, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio» (Rm 8,28). «Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos» (Sal 90,17).
Dios te bendiga. Que bendiga todos tus planes y proyectos.