Después de escuchar al capitán Edman Lara, envalentonado por su triunfo junto a Rodrigo Paz en las elecciones del pasado domingo, hablar con un tono autoritario y populista, insultando, amenazando y lanzando advertencias en todas direcciones, resulta inevitable pensar que estamos ante un discurso que recuerda al más recalcitrante estilo del MAS. Lo inquietante es que, bajo el disfraz de “reserva moral” y de supuesto garante del pueblo, aparece un personaje que reproduce los mismos códigos del odio y la confrontación que marcaron los últimos 20 años en Bolivia.
El MAS construyó su poder alimentando la división. Evo Morales y Luis Arce se impusieron desde un voto eminentemente occidental, creando enemigos imaginarios y usando a Santa Cruz como el blanco favorito de sus ataques. Los cruceños fueron los más calumniados, hostilizados y despreciados. No solo se los descalificaba con insultos, sino que se les puso trabas con el objetivo de destruir su aparato productivo: restricciones, intervenciones estatistas, avasallamientos y el ecocidio más grande de la historia reciente son parte del saldo que dejó el populismo masista.
Escuchar a Edman Lara repetir frases como la necesidad de “acabar con las logias” despierta serias sospechas. Ese es el mismo libreto del masismo, que caricaturizó a Santa Cruz como un reducto de élites, cuando en realidad el verdadero obstáculo para el desarrollo nacional son las mafias políticas disfrazadas de movimientos sociales en el altiplano y los valles. Desde allí se ha expulsado a miles de campesinos que, cansados de la pobreza y el sometimiento sindical, encuentran en Santa Cruz un lugar donde progresar sin que ninguna logia ni grupo de poder les cierre el camino.
El discurso de Lara en El Alto es una muestra de euforia populista. Lanzó advertencias a su propio candidato presidencial, a Tuto Quiroga y hasta a los diputados electos, a quienes amenazó con “bajarlos” si traicionaban al pueblo. Esa narrativa de caudillo moral puede sonar atractiva en medio del desencanto ciudadano, pero no deja de ser peligrosa. La historia reciente ya demostró lo que ocurre cuando se entrega poder a quienes basan su liderazgo en la amenaza y la división.
El voto occidental que dio el triunfo a Rodrigo Paz es muy exigente y demandará continuidad en un sistema andinocentrista y centralista que, históricamente, ha mantenido a oriente relegado, convertido en promesa de un futuro que nunca llega. Santa Cruz ha sabido construir su destino a partir de la autogestión y del esfuerzo de su gente, sin depender del Estado. Por eso los cruceños no quieren otro gobierno que los vea como enemigos, ni otro líder que alimente el resentimiento para frenar el desarrollo de la región.
Edman Lara puede sentirse hoy como un nuevo actor político, pero si su aporte se limita a repetir las formas del masismo con otro color de camiseta, entonces la democracia boliviana corre el riesgo de tropezar con la misma piedra. Bolivia necesita reconciliación y unidad, no más odio ni nuevos caudillos populistas que pretendan reemplazar a los viejos con las mismas recetas del pasado.
Edman Lara puede sentirse hoy como un nuevo actor político, pero si su aporte se limita a repetir las formas del masismo con otro color de camiseta, entonces la democracia boliviana corre el riesgo de tropezar con la misma piedra.