
La reunión que este viernes 15 de agosto sostendrán Donald Trump y Vladimir Putin en Anchorage, Alaska, ha encendido las alarmas en Kiev y en las principales capitales europeas. El temor: que el encuentro se traduzca en un pacto para repartir territorios ucranianos a espaldas del gobierno de Volodímir Zelenski.
Trump avivó las sospechas el 8 de agosto, cuando declaró que podría haber “cierto intercambio de territorios para beneficio de ambos”. En vísperas de la cumbre, reiteró que discutirán “concesiones sobre fronteras y territorios”, lo que interpretan como un guiño a las exigencias históricas del Kremlin.
La posibilidad de un acuerdo territorial preocupa por el peso que Putin ha dado a sus reclamaciones desde antes de invadir Ucrania, en febrero de 2022. El mandatario ruso sostiene que rusos y ucranianos son “un solo pueblo” y que toda Ucrania pertenece a la geografía histórica de Rusia, una narrativa que niega la soberanía de Kiev.
Actualmente, Rusia ocupa cerca del 19% del territorio ucraniano, incluyendo Crimea, anexada en 2014, y zonas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporizhia, incorporadas en referendos cuestionados. Moscú reclama reconocimiento pleno de esas anexiones, pese a no controlar totalmente las regiones.
Analistas como Daniel Fried, exdiplomático estadounidense, advierten que Trump podría “dejarse engañar” por Putin y aceptar un acuerdo perjudicial para Ucrania. Entre las opciones que se barajan, figura establecer una “línea de armisticio” con reconocimiento de facto de las ganancias territoriales rusas.
Pero cualquier alto el fuego duradero requeriría resolver asuntos más amplios: garantías de seguridad para Kiev, limitaciones militares impuestas por Moscú y el futuro de las sanciones internacionales contra Rusia.
En caso de concretarse un “intercambio”, según el diario *Kyiv Post*, Rusia cedería apenas el 5% de los territorios que ocupa, exigiendo a cambio el reconocimiento de más del 60% de las regiones reclamadas. Esto implicaría la retirada ucraniana de zonas estratégicas como parte de Donetsk que aún controla.
Zelenski ha rechazado de plano esa posibilidad, recordando que la Constitución prohíbe ceder territorio sin un referendo nacional. Europa respalda esa posición y ha advertido a Trump que cualquier pacto de ese tipo sería inaceptable.
Sin embargo, el presidente estadounidense podría presionar a Kiev condicionando la entrega de armas y el intercambio de inteligencia, como ya lo hizo en marzo pasado, debilitando temporalmente las defensas ucranianas.
Fuentes diplomáticas europeas temen que Trump, en lugar de consolidar un acuerdo de paz, opte por una salida unilateral que priorice contratos energéticos y acuerdos bilaterales con Rusia. El republicano ha dejado abierta la posibilidad de concluir la cumbre sin ningún compromiso concreto.
En paralelo, manifestaciones en ciudades como Berlín denuncian “tratos sucios a expensas de Ucrania”, advirtiendo que cualquier concesión territorial sentaría un precedente peligroso en el derecho internacional.
Con las posiciones tan distantes y la presión internacional en aumento, la cita en Alaska se perfila como un momento decisivo: o abre una vía de tregua con garantías para Kiev o marca un giro geopolítico que redefina las fronteras de Europa del Este.