Esperar que algo suceda es como la fe: es creer en lo que no se ve. "La tristeza de quien pierde es rabia", y por eso los otros quieren que no suceda; así de dividida está la esperanza. Mientras un grupo de bolivianos espera encontrar la realidad ansiada y ser feliz, otro grupo de compatriotas está a la espera de que la esperanza del otro naufrague; incluso se resigna a no recibir almíbar, con tal de que al oponente le llegue amargura y fracase.
En Latinoamérica, una nueva ideología proclamó en el Foro de São Paulo que las diferencias sociales se deben a los excesos del dominio neoliberal. Los socialistas del siglo XXI impusieron cambios profundos y, aunque no siempre a las buenas, lo consiguieron. En la angurria de poder, les faltó sentido de proporcionalidad: atropellaron y conculcaron derechos, tanto o más que sus colegas políticos, los neoliberales.
Está cerca la fecha en que el sufragio declare quiénes son los ganadores, y existe predicción fundada sobre quiénes serán los beneficiados: se rebajarán impuestos, se liberarán las exportaciones, dominará la oferta y la demanda. Son acciones ineludibles en el modelo económico de libre mercado.
Los llamados socialistas, después de gobernar veinte años, aún no acaban de entender que la desigualdad no se termina arruinando a los adinerados, sino logrando que quienes tienen menos aumenten sus ingresos para dejar de ser pobres. Pero este es su mayor problema: necesitan de los pobres.
Los millones de votos que se sumen el domingo 17 de agosto no serán suficientes para consagrar triunfadores finales; quedará abierto el juego para conformar alianzas. Con la moneda de uso corriente en la democracia pactada se repartirán cargos públicos, llegará la diversidad cohesionada por el mismo interés, brazos en alto, abrazos: revivirá el cogobierno.
Con relación a la última encuesta publicada por un canal de televisión, se repite que las 2,7 mil personas encuestadas representan la intención de 7,9 millones de ciudadanos habilitados para votar. Siguiendo el cálculo sencillo, corresponde decir que los votos válidos —después de considerar los nulos, blancos e indecisos— se reducen a 5,3 millones; de los cuales 1,17 millones corresponden al primer lugar según los porcentajes de la encuesta y 1,16 millones al segundo lugar. Sumados ambos, más el tercer y cuarto lugar, alcanzan a 3,1 millones de votos válidos. Sin embargo, eso también significa que 4,8 millones de personas habilitadas no votarán por los partidos de derecha. A pesar de las alianzas que serán necesarias, la oposición contumaz, por ideología o capricho, será determinante.
Y en el entorno visible —niños marchando con la bandera tricolor en la mano, o la sonrisa limpia de universitarios saliendo de clases— se dice que luchan por su futuro: un puro decir. Promesas abrirán esperanzas que después se convertirán en deseos frustrados. Se necesita, con urgencia, un millón y medio de nuevos empleos; se apela a la equidad y a la solidaridad nacional. No vaya a ser que, otra vez, solo los políticos de turno cumplan sus deseos de triunfadores empoderados, camino de ser corruptos: unos por primera vez y otros de vocación conocida.