En la recta final de las elecciones, Bolivia enfrenta un fenómeno que se repite en todo el mundo: la ofensiva de la desinformación amplificada por las redes sociales y la inteligencia artificial. Investigaciones como la de ChequeaBolivia revelan cómo operadores políticos y actores empresariales han financiado páginas que, bajo apariencia de medios digitales, difunden noticias falsas y ataques selectivos contra rivales y medios independientes. Este patrón, detectado desde febrero, se intensifica en los últimos días de campaña, cuando la manipulación informativa puede inclinar la balanza electoral. El caso de Bolivia Maya y Día de la Democracia —con anuncios pagados para propagar falsedades— es solo un ejemplo de cómo el ecosistema digital se convierte en un campo de batalla donde la verdad es sacrificada en nombre de intereses políticos. La desinformación no solo erosiona el debate democrático; también contamina otros ámbitos de la sociedad, desde la salud hasta la economía.