Editorial

El riesgo del voto nulo

Las encuestas rumbo a las elecciones del 17 de agosto, más de una decena ya, han dibujado un panorama que parece irreversible: la oposición...

Editorial | | 2025-08-12 06:53:44

Las encuestas rumbo a las elecciones del 17 de agosto, más de una decena ya, han dibujado un panorama que parece irreversible: la oposición —con Samuel Doria Medina o Jorge Quiroga a la cabeza— tiene asegurada la victoria. El bloque popular de izquierda, en cambio, está desarticulado y sin capacidad real de remontar. Andrónico Rodríguez se achica, las alianzas satélite del MAS se diluyen y la campaña de Evo Morales a favor del voto nulo no ha tenido un impacto estadísticamente relevante, salvo en su feudo histórico del trópico de Cochabamba.

Sin embargo, un elemento inquieta: el voto nulo y el blanco se mantienen en niveles inusualmente altos. Históricamente, estas categorías han rondado entre el 6% y el 12%. Hoy, algunas proyecciones estiman que podrían superar el 20% e incluso llegar al 30%. Este comportamiento, que a simple vista podría interpretarse como apatía o desencanto ciudadano, abre una peligrosa ventana de oportunidad para Evo Morales.

No importa que la mayor parte de ese voto provenga de sectores críticos al MAS o ajenos a su estructura. Morales —experto en apropiarse de narrativas y manipular símbolos— intentará declararse dueño político de ese porcentaje. Lo venderá como una “victoria moral” y como prueba de que existe un rechazo masivo a las elecciones, a los opositores y al sistema que, según él, lo excluyó injustamente.

Si el voto nulo se mantiene elevado el 17 de agosto, Morales lo presentará como un plebiscito encubierto en su favor. Lo usará para reposicionarse ante la opinión pública nacional e internacional, proclamándose como la voz legítima de un supuesto 20% o 30% de bolivianos que “no aceptan” la nueva configuración del poder. Ese discurso —aunque falaz— podría convertirse en un trampolín para reconstruir su imagen, alimentar su base dura y proyectar su retorno político.

El riesgo no radica en el voto nulo en sí, sino en la capacidad de Morales para instrumentalizarlo. Convertiría un gesto de protesta disperso en un capital político concentrado a su favor. Y lo haría en un momento en que circulan narrativas que idealizan su gestión pasada, desde la estabilidad económica hasta la ausencia de escasez de combustible o dólares.

La instrumentalización del voto nulo podría prolongar la vigencia política de Morales y abrir un nuevo ciclo de polarización. Peor aún, a ojos de algunos actores internacionales, podría ser presentado como “el ave fénix” de la izquierda boliviana, revitalizando su figura y alimentando la idea de que sigue siendo una alternativa real.

En un escenario en el que el MAS y sus aliados están políticamente arrinconados, un voto nulo elevado sería el último recurso de Morales para evitar la irrelevancia. Y si logra apropiarse de él, el país podría enfrentar un retorno del líder cocalero al centro del debate, no por la fuerza de las urnas en competencia abierta, sino por la manipulación de un vacío político que la oposición no supo capitalizar.

El 17 de agosto, el voto nulo podría convertirse en algo más que un dato estadístico: podría ser la plataforma para el regreso de un actor que muchos daban por terminado. Y esa es, precisamente, la mayor amenaza.