
El gabinete de seguridad israelí aprobó el 8 de agosto un plan para “tomar el control” de la Ciudad de Gaza, en el norte del enclave palestino. La medida, anunciada por la oficina del primer ministro Benjamin Netanyahu, busca eliminar a Hamás y establecer un gobierno civil sin participación del grupo islamista.
Aunque oficialmente el plan se limita a la capital gazatí, Netanyahu ha reiterado que su objetivo final es controlar toda la Franja de Gaza. Según medios israelíes, la captura de la ciudad sería solo el primer paso antes de una ofensiva más amplia sobre el resto del territorio.
La operación contempla la evacuación de aproximadamente un millón de personas antes del 7 de octubre, fecha que coincide con el segundo aniversario del ataque de Hamás que desencadenó la guerra. La ONU y organizaciones humanitarias han calificado la medida como desplazamiento forzado, alertando sobre el riesgo de una catástrofe en un territorio que ya registra más de 61.000 muertos.
El gobierno israelí afirma que permitirá la entrada de ayuda humanitaria fuera de las zonas de combate, con el apoyo logístico de la Fundación Humanitaria para Gaza, respaldada por Estados Unidos. Sin embargo, Médicos Sin Fronteras y otras ONG denuncian que los puntos de distribución se ubican cerca de áreas militares, convirtiéndose en zonas de alto riesgo para la población.
Netanyahu defendió en una entrevista con *Fox News* que la toma de la ciudad es parte de un plan para desarmar a Hamás, liberar a los rehenes y establecer un gobierno de transición árabe. Sin embargo, rechazó cualquier papel para la Autoridad Nacional Palestina, condición que varios países árabes han puesto para colaborar en la gobernabilidad posterior.
El plan ha despertado un fuerte rechazo internacional. Jordania, por ejemplo, advirtió que los países árabes solo apoyarán soluciones acordadas por los propios palestinos. Egipto y Qatar, mediadores en las negociaciones de tregua, también han expresado preocupación por el impacto humanitario y el bloqueo al diálogo.
Hamás acusó al gobierno israelí de estar dispuesto a “sacrificar” a los rehenes con tal de cumplir sus objetivos militares. El grupo advirtió que cualquier incursión en Ciudad de Gaza pondrá en peligro la vida de los cautivos y romperá los contactos para una posible liberación.
Fuentes militares israelíes reconocen que la mayoría de los rehenes restantes podrían encontrarse en zonas aún no controladas por el Ejército, lo que explica la cautela en ciertas operaciones. Aun así, el nuevo plan marca una escalada que podría aumentar el costo humano en ambos lados.
La decisión de “tomar el control” en lugar de “ocupar” la ciudad responde, según analistas, a consideraciones legales para evitar responsabilidades internacionales. No obstante, medios locales señalan que, en la práctica, equivaldría a instaurar un régimen militar en la zona.
Con esta ofensiva, Israel revertiría la retirada unilateral de 2005, cuando evacuó a sus colonos y tropas de Gaza, pero mantuvo el control de fronteras, espacio aéreo y suministros. Ahora, la amenaza de una operación total vuelve a situar al enclave en el centro de una crisis humanitaria y política sin precedentes en la región.