Editorial

¿Se puede hacer el milagro en Bolivia?

En un artículo reciente, el historiador británico Sir Niall Ferguson elogia el “milagro Milei”: la inflación mensual que rozaba los tres dígitos se desplomó...

Editorial | | 2025-07-29 07:07:51

En un artículo reciente, el historiador británico Sir Niall Ferguson elogia el “milagro Milei”: la inflación mensual que rozaba los tres dígitos se desplomó, la brecha cambiaria se redujo drásticamente, el riesgo país cayó y las inversiones comienzan a fluir. Contra todo pronóstico, Javier Milei derrotó a la casta, al peronismo, a los sindicatos, a la cultura del subsidio y al relato populista que secuestró a la Argentina durante más de 70 años. Lo logró con un shock económico sin anestesia, con narrativa clara y con una convicción ideológica inquebrantable.

¿Puede Bolivia replicar ese milagro? La comparación es inevitable y válida, pero no automática. Bolivia atraviesa una crisis económica profunda: escasez de dólares, fuga de capitales, inflación reprimida, déficit fiscal insostenible, subsidios inviables, una deuda en ascenso y un modelo agotado. La vieja receta extractivista y clientelar del MAS ha chocado con la realidad: ya no hay gas para exportar, no hay reservas que respalden el gasto y no hay credibilidad institucional. Todo está comprometido.

¿Puede Bolivia hacer un Milei? La respuesta corta es sí, pero no sin enormes costos y desafíos. Milei logró lo imposible: enfrentarse al aparato sindical más poderoso de América Latina, desmantelar privilegios, eliminar transferencias clientelares, privatizar y desregular sin perder legitimidad. Bolivia también tiene sindicatos, cooperativistas, transportistas y sectores corporativos parasitarios enquistados en el poder. Pero ninguno tiene el alcance, la organización o el peso histórico del sindicalismo argentino. Lo que falta en Bolivia no es poder de veto: es liderazgo, visión y coraje político.

En Bolivia, un Milei sería tildado de “vendepatria” al primer intento de levantar el tipo de cambio, de eliminar los subsidios a los combustibles o de cerrar empresas públicas deficitarias. Milei resistió porque en pocos meses demostró que el camino doloroso tenía sentido: la inflación bajó, el dólar se estabilizó, el déficit fiscal desapareció y la economía comenzó a dar señales de recuperación. La gente aguantó porque vio que alguien tenía el control del barco.

Para hacer lo mismo se necesita un liderazgo decidido, dispuesto a pagar el costo político de hacer lo correcto; un equipo técnico sólido, que pueda explicar las medidas, ejecutarlas con precisión y corregir errores sin perder el rumbo; un relato potente, que interpele emocionalmente a los bolivianos y los convenza de que este modelo empobrecedor ya no tiene retorno; y un pacto político mínimo que garantice gobernabilidad en los primeros 100 días.

No hay milagros sin sacrificio. Bolivia tiene una ventaja: el hartazgo social con la corrupción, la decadencia y la impunidad es cada vez mayor. La narrativa del MAS está agotada, incluso dentro de sus propias bases. Pero la transición no se hará sola. Se necesita una figura capaz de hablarle con claridad al país, de romper con los viejos moldes ideológicos, de desmontar el mito del “Estado proveedor” y de restituir la libertad económica y la meritocracia.

Lo que hace único a Milei es su capacidad de combinar teoría económica con voluntad política. Esa mezcla es escasa, pero no imposible. Si Bolivia quiere evitar el colapso total, debe elegir entre dos caminos: seguir maquillando el desastre o asumir el doloroso, pero necesario, proceso de transformación.